20-04-09, 22:32
Cita:Ballard murió ayer. Sencillamente, era uno de los grandes escritores del siglo XX. Un autor al que habría que desprenderle todas las etiquetas. Sí, J. G. Ballard (Shangai, 1930) era una de las referencias ineludibles de la ciencia ficción contemporánea, pero, prescindiendo de cualquier encasillamiento, a continuación habría que decir que, simplemente, el autor británico era uno de los más lucidos e inquietantes novelistas del siglo XX. Más aún. Uno de los más visionarios pensadores contemporáneos.
El escritor británico, nacido en el seno de una familia británica en la China colonial y precomunista, nos mostró que "la clave del presente está en el futuro, más que en el pasado". Toda su obra fue un intento, ya desde los años cincuenta, por explorar las aristas más puntiagudas de nuestras vidas y nuestras conciencias.
Desde que en "El imperio del sol" -luego llevada al cine por Steven Spielberg- mostrara a carnes abiertas los sueños de piloto de un niño encerrado en un campo de concentración japonés, aquel niño llamado James Grahan Ballard desarrolló una intensa obra en la que, anticipando el futuro, exploró el "espacio interior" del hombre frente a la catástrofe inminente.
El "espacio interior" era para Ballard ese territorio psicológico "donde se encuentran y funden el mundo exterior de la realidad y el mundo interior de la mente". Porque es en la mente de sus personajes en donde transita su mejor literatura. Una literatura que rechazaba una concepción de la ciencia ficción constreñida por la dimensión inconmensurable del "espacio exterior" y galáctico, para escrutar directamente al hombre contemporáneo, devorado por un presente insaciable.
Vivimos en un mundo infantil
Ballard nos enseñó a ver, por ejemplo, que, así como el pasado mismo "en un plano social y psicológico" fue una víctima de Hiroshima y la era nuclear, el futuro estaba ya en los incipientes años 70 dejando de existir. Sí. Primero, como demostró en novelas formidables como "Crash", porque, como escribió en su prólogo francés, "vivimos en un mundo casi infantil donde todo deseo, cualquier posibilidad, trátese de estilos de vida, viajes, identidades sexuales, puede ser satisfecha enseguida". Puede y debe ser satisfecho. La ansiedad es el motor de la vida de hoy.
Vivimos en la ficción, por tanto es desde la ficción en donde se explica al hombre contemporáneo. Su aseveración de hace cuarenta años se ha demostrado válida: "Vivimos en un mundo gobernado por ficciones de toda índole; la producción en masa, la publicidad, la política conducida como una rama de la publicidad, la traducción instantánea de la ciencia y la tecnología en imaginería popular, la confusión y confrontación de identidades en el dominio de los bienes de consumo, la anulación anticipada en la pantalla de televisión de toda reacción personal a alguna experiencia?". Esas ficciones son, evidentemente, sus escenarios favoritos.
Sin Ballard no existiría Houelbecq, si Ballard no existiría la literatura contemporánea, leída como una auptosia de la sociedad contemporánea. En ese prólogo a "Crash" que escribió en 1974 para su edición francesa ya decía: "Vivimos dentro de una enorme novela. Cada vez es menos necesario que el escritor invente un contenido ficticio. La ficción ya está ahí. La tarea del escritor es inventar la realidad".
Inventar el presente desde el futuro
Y fue lo que hizo, lo que hace, desde entonces, la buena literatura. Su amplia trayectoria suman 42 novelas -publicadas por Minotauro- y una autobiografía prodigiosa, "Milagros de vida " (Mondadori). La primera que publicó, en 1961, fue "El mundo sumergido", novela apocalíptica, que inaugura una veta de libros en los que un cataclismo mundial en un futuro cercano o inmediato transforma nuestra percepción de la vida y de la supervivencia. A ella pertencecen, por ejemplo, "La sequia" y "El mundo de cristal". Incluso, "Crash", en donde el autómovil le sirve de metáfora no sólo de la sexualidad contemporánea, sino también de la propia vida actual.
La molesta sensación que siempre te inunda al leer a Ballard te llega cuando nos damos cuenta de que las explosiones apocalípticas que estallan en sus novelas no son más que un capítulo más de su obsesión por intentar redescubrir el presente.
Ballard es propietario de una inmensa trayectoria, heterogénea y coherente, que inició desde un punto de vista onírico hasta abrazar, rápidamente, el aséptico hiperrealismo del que ha hecho gala en sus recientes novelas, incluida la última publicada en España: "Bienvenidos a Metro-Centre" (Minotauro, 200, un magma de consumismo, televisión y fascismo. Aunque en el fondo Ballard siempre ha hablado de lo mismo: el paisaje del sueño, el erotismo de la catástrofe, el fetichismo tecnológico, asepsia y neobarbarie.
Los miedos del hombre al hombre
En la magnífica exposición que le dedicó el año pasado el CCCB -"Ballard: autopsia del nuevo milenio"-, Jordi Costa, su comisario, destaca precisamente esto: "Resulta significativo -y sumamente inquietante- que la literatura de J. G. Ballard haya pasado de la ciencia ficción al registro realista sin abandonar sus temas rectores". Porque eso significa, entre otras cosas, que todos los miedos acerca del futuro ya están aquí.
Por ello, el último tramo en la obra narrativa de Ballard -inaugurado con la novela corta "Furia feroz"(198- recorre las flagrantes arquitecturas de las comunidades cerradas, las zonas residenciales, los parques tecnológicos, las ciudades del extrarradio y los centros comerciales para extender el diagnóstico terminal de una humanidad desconectada de sus instintos primarios.
Pese a todo, quizás Ballard no ha sido leído en su justo medida. Para muchos es un referente para el conocimiento de la sociedad contemporáneo, que pocos como Ballard han sabido ver, analizar y atisbar. Todo lo que nos ha dicho también vale para el siglo XXI. Leyéndolo, vemos las entrañas del hombre contemporáneo, sus enfermedades y sus escasas posibilidades de cura. Por eso era molesto.
http://ecodiario.eleconomista.es/libros/...lo-XX.html
Abajo el trabajo