25-06-13, 10:58
¡Sólo en Santander!
DEJÓ LAS ESTANTERÍAS MEDIO VACÍAS
«Me quiero llevar media tienda»
Un sospechoso cliente inglés trata de hacer una compra de 170.000 euros, pero pagando 'otro día'
Todo comerciante sueña con el cliente que vacía de golpe las estanterías. Que pasa por los pasillos de su tienda señalando y repitiendo un «esto, esto, esto, esto también, un par de estos otros...». Es la utopía de un tendero. Y algo de eso hubo cuando un tipo que se presentó como Mark Rushton, con pasaporte británico, entró en el establecimiento de la firma de alimentación Diferente de El Sardinero. «Me lo llevo todo». Pero el 'negocio del siglo' acabó teniendo truco y -puede- que hasta coste. Porque al tipo le dieron 'el toque' cuando la cuenta sumaba ya 171.000 euros y las cajas se amontonaban ante la puerta. Y resultó que no llevaba dinero encima... Una historia rocambolesca con muy mala pinta.
El tal Rushton llegó a Diferente el jueves y, desde el principio, dejó clara su intención de llevarse «media tienda». Por pasta que no quede. Después de pasear entre botellas de vino, jamones, probar los platos de cocina elaborada y señalar cajas y cajas, sacó la tarjeta de crédito y pagó 8.700 euros. Como un adelanto. Así funcionan los ricos. Porque el cliente no estaba, ni mucho menos, dispuesto a parar. Se llevó parte de lo adquirido al hostal Carlos III, donde, incluso, le habilitaron un cuarto para la mercancía (estaba hospedado allí desde el martes). Y volvió a la tienda -para sorpresa de todos- a eso de las ocho de la tarde. Porque su idea no era la de llevarse lo restante (que faltaba), sino seguir eligiendo. Y sin prisa, además. Tanto que abrió una botella de coñac de 300 euros y le fue pegando tragos -a morro- y echándole bocados a la ensaladilla rusa mientras elegía. Un capricho.
«Fue algo grosero, se enfrentó a algún cliente y los dependientes tuvieron que llamarle atención», aseguran en la tienda. Pero Rushton no tenía intención de parar. Se interesó hasta por las cámaras frigoríficas... A eso de las once, ya le advirtieron que fuera aligerando y a las doce de la noche, le invitaron a dejarlo para el día siguiente. Como en el hostal ya no había sitio, el trato fue ir empaquetando para recoger todo al día siguiente. Y ese era el plan previsto. El cliente salió del hotel a primera hora de la mañana -a las siete- dispuesto a recoger la compra. De hecho, colocó lo que ya tenía y sus propias maletas en las escaleras de acceso. Tomó medidas para meter allí una furgoneta (para lo que tuvo que desmontar una puerta) y hasta se permitió regalar botellas de champagne a unos obreros que trabajaban enfrente y que le ayudaron en la labor. El problema es que el responsable de la furgoneta le dijo que, sin conductor, no se la dejaba. Y eso trastocó sus planes.
La furgoneta y la cuenta
Porque Rushton volvió a Diferente a las nueve y media de la mañana y siguió aumentando la cuenta, mientras la clientela habitual no daba crédito a las estanterías vacías y a un número de paquetes en la puerta que iba en aumento. Cajas y cajas esperando a ser recogidas... Y pagadas. Hora de mirar los números. Lo pendiente del jueves, 19.000 euros. Pero la 'elección' de la mañana pasaba de los 150.000. La encargada, entre tanto llegaba o no la prometida furgoneta, le dijo que no se movería de allí ninguna caja si no se pagaba previamente.
Y ahí la historia -ya rara desde el principio- dio su giro final. El tipo -que hablaba en inglés- explicó que no llevaba dinero encima, que debía regresar a Inglaterra para encontrarse con su hijo y que, una vez con él, tendría acceso al 'cash' (siempre según la versión que contaron en el establecimiento). No coló y los productos no se movieron de las escaleras de la entrada. Bueno, sí. Se movieron para volver a las estanterías. De hecho, la tienda, a eso de las cinco de la tarde, presentaba ya su aspecto habitual, con los productos en su sitio. Todos no, queda saber cuánta mercancía se estropeó con tanto trajín al dejar las cámaras y romper la cadena de frío.
Lo curioso es que el protagonista de la historia regresó al establecimiento hotelero con un coche -no se sabe de dónde lo sacó- para llevarse lo que había dejado. Lo que pudo, porque ni siquiera se llevó todo y algunas cajas e, incluso, enseres personales se quedaron allí mismo.
También muebles
Su marcha dejó, lógicamente, todas las dudas. En el Carlos III quedó pendiente de pagar la última noche. Lo anterior estaba abonado. Cuentan que llegó el martes y que actuó con normalidad, que el miércoles visitó el Gran Casino y que ya volvió 'algo torcido'. De hecho, tanto en el hotel como en la tienda de alimentación especializada le definen como «desagradable y grosero, por momentos». En la tienda, en la que se personó la policía tras ser requerida (y ya sin el 'cliente' allí), tienen que calcular la pérdida de mercancía estropeada, aunque aseguran que lo que se llevó estaba pagado con los 8.700 euros del primer día
Esa desconfianza es la que hizo que en otro establecimiento no le dejaran llevarse nada. Porque, según pudo saber este periódico a última hora de ayer, el mismo tipo hizo una visita a la tienda de muebles 'Casa Aída', en Canalejas, e, incluso, a 'Hogar Hotel'. Mismo procedimiento, pero, en este caso, no hubo opción ni siquiera a un adelanto de dinero. Por ahora, no hay ninguna denuncia.
DEJÓ LAS ESTANTERÍAS MEDIO VACÍAS
«Me quiero llevar media tienda»
Un sospechoso cliente inglés trata de hacer una compra de 170.000 euros, pero pagando 'otro día'
Todo comerciante sueña con el cliente que vacía de golpe las estanterías. Que pasa por los pasillos de su tienda señalando y repitiendo un «esto, esto, esto, esto también, un par de estos otros...». Es la utopía de un tendero. Y algo de eso hubo cuando un tipo que se presentó como Mark Rushton, con pasaporte británico, entró en el establecimiento de la firma de alimentación Diferente de El Sardinero. «Me lo llevo todo». Pero el 'negocio del siglo' acabó teniendo truco y -puede- que hasta coste. Porque al tipo le dieron 'el toque' cuando la cuenta sumaba ya 171.000 euros y las cajas se amontonaban ante la puerta. Y resultó que no llevaba dinero encima... Una historia rocambolesca con muy mala pinta.
El tal Rushton llegó a Diferente el jueves y, desde el principio, dejó clara su intención de llevarse «media tienda». Por pasta que no quede. Después de pasear entre botellas de vino, jamones, probar los platos de cocina elaborada y señalar cajas y cajas, sacó la tarjeta de crédito y pagó 8.700 euros. Como un adelanto. Así funcionan los ricos. Porque el cliente no estaba, ni mucho menos, dispuesto a parar. Se llevó parte de lo adquirido al hostal Carlos III, donde, incluso, le habilitaron un cuarto para la mercancía (estaba hospedado allí desde el martes). Y volvió a la tienda -para sorpresa de todos- a eso de las ocho de la tarde. Porque su idea no era la de llevarse lo restante (que faltaba), sino seguir eligiendo. Y sin prisa, además. Tanto que abrió una botella de coñac de 300 euros y le fue pegando tragos -a morro- y echándole bocados a la ensaladilla rusa mientras elegía. Un capricho.
«Fue algo grosero, se enfrentó a algún cliente y los dependientes tuvieron que llamarle atención», aseguran en la tienda. Pero Rushton no tenía intención de parar. Se interesó hasta por las cámaras frigoríficas... A eso de las once, ya le advirtieron que fuera aligerando y a las doce de la noche, le invitaron a dejarlo para el día siguiente. Como en el hostal ya no había sitio, el trato fue ir empaquetando para recoger todo al día siguiente. Y ese era el plan previsto. El cliente salió del hotel a primera hora de la mañana -a las siete- dispuesto a recoger la compra. De hecho, colocó lo que ya tenía y sus propias maletas en las escaleras de acceso. Tomó medidas para meter allí una furgoneta (para lo que tuvo que desmontar una puerta) y hasta se permitió regalar botellas de champagne a unos obreros que trabajaban enfrente y que le ayudaron en la labor. El problema es que el responsable de la furgoneta le dijo que, sin conductor, no se la dejaba. Y eso trastocó sus planes.
La furgoneta y la cuenta
Porque Rushton volvió a Diferente a las nueve y media de la mañana y siguió aumentando la cuenta, mientras la clientela habitual no daba crédito a las estanterías vacías y a un número de paquetes en la puerta que iba en aumento. Cajas y cajas esperando a ser recogidas... Y pagadas. Hora de mirar los números. Lo pendiente del jueves, 19.000 euros. Pero la 'elección' de la mañana pasaba de los 150.000. La encargada, entre tanto llegaba o no la prometida furgoneta, le dijo que no se movería de allí ninguna caja si no se pagaba previamente.
Y ahí la historia -ya rara desde el principio- dio su giro final. El tipo -que hablaba en inglés- explicó que no llevaba dinero encima, que debía regresar a Inglaterra para encontrarse con su hijo y que, una vez con él, tendría acceso al 'cash' (siempre según la versión que contaron en el establecimiento). No coló y los productos no se movieron de las escaleras de la entrada. Bueno, sí. Se movieron para volver a las estanterías. De hecho, la tienda, a eso de las cinco de la tarde, presentaba ya su aspecto habitual, con los productos en su sitio. Todos no, queda saber cuánta mercancía se estropeó con tanto trajín al dejar las cámaras y romper la cadena de frío.
Lo curioso es que el protagonista de la historia regresó al establecimiento hotelero con un coche -no se sabe de dónde lo sacó- para llevarse lo que había dejado. Lo que pudo, porque ni siquiera se llevó todo y algunas cajas e, incluso, enseres personales se quedaron allí mismo.
También muebles
Su marcha dejó, lógicamente, todas las dudas. En el Carlos III quedó pendiente de pagar la última noche. Lo anterior estaba abonado. Cuentan que llegó el martes y que actuó con normalidad, que el miércoles visitó el Gran Casino y que ya volvió 'algo torcido'. De hecho, tanto en el hotel como en la tienda de alimentación especializada le definen como «desagradable y grosero, por momentos». En la tienda, en la que se personó la policía tras ser requerida (y ya sin el 'cliente' allí), tienen que calcular la pérdida de mercancía estropeada, aunque aseguran que lo que se llevó estaba pagado con los 8.700 euros del primer día
Esa desconfianza es la que hizo que en otro establecimiento no le dejaran llevarse nada. Porque, según pudo saber este periódico a última hora de ayer, el mismo tipo hizo una visita a la tienda de muebles 'Casa Aída', en Canalejas, e, incluso, a 'Hogar Hotel'. Mismo procedimiento, pero, en este caso, no hubo opción ni siquiera a un adelanto de dinero. Por ahora, no hay ninguna denuncia.