16-06-06, 10:04
Contradictoria Perfección
Puede que el Palacio de Festivales de Santander sea un sitio demasiado grande para un grupo como Marlango. Es posible que su propuesta encaje mejor en un lugar pequeño y recogido, más familiar. Un sitio donde la música no se pierda por el camino.
El grupo lo forman la actriz Leonor Watling (voz), Alejandro Pelayo (teclista) y Oscar Ybarra (trompetista) y toman su nombre prestado de un comentario de Tom Waits en uno de sus conciertos sobre una mujer llamada Suzie Marlango. El viernes 27 de enero hacía una noche de perros. El frío se apoderó de la ciudad y puede que del grupo también.
Se puede decir que jugaban en casa, ya que Alejandro es cántabro, (pasiego como dijo la propia Leonor). El escenario inmenso, la grada inmensa, todo muy basto para un grupo tan comedido. Las canciones iban goteando una a una, de manera correcta, pero sin posarse de manera especial sobre la sala. Era como si se perdiera la magia en un espacio tan abierto. Demasiado contenido, puede que demasiado plano, con un gusto y elegancia exquisito pero sin excesivos riesgos o alardes para demostrar que aquello era un concierto en directo.
Leonor parecía asustada, caminaba sobre los tacones de sus botas de manera silenciosa, como sin querer molestar, apabullada ante tanta gente. Buscando refugio en el silencio y la oscuridad. Sin alejarse del centro de las tablas donde se veía protegida. Pocas veces se asomó al borde del escenario. En un par de momentos pudimos apreciar que esa voz era para cada uno de nosotros, que nos miraba de frente, que dejaba de flotar de una manera tan tibia en terreno neutral. La verdad es que la chica canta más que bien, y en eso se centró, en colocar su voz y mecerla entre canciones que suenan a jazz, cabaret, soul, chanson francesa… pero con una cercanía al gran público más propia de la música pop.
El escenario se mostraba como un espacio simple, con luces muy tenues, oscuras; sencillo pero adecuado. De vez en cuando las bombillas hacían un recorrido vertical, como subiendo y bajando en ascensores, cambiando de colores de manera pausada. Transmitía la tranquilidad y paz necesaria para una puesta en escena cuidada, de belleza formal pero excesivamente estática.
Tanto los músicos del grupo como los que acompañan en directo no generan ninguna duda. Su calidad musical y profesionalidad es palpable. Parece todo perfectamente medido, estudiado, sin lugar a la improvisación, evitando grandes desastres, pero renunciando a una gloria mayor, (sin acabar de romper del todo). La banda no deja ver esa imperfección que da título a su último trabajo en ninguna de sus canciones. Nada reprochable a su ejecución técnica, pero falta feeling, chispa o ese "algo" inexplicable que unas veces se consigue y otras no. Quizás la distancia con el público era muy grande para vivir de verdad todo su directo.
Entre canción y canción, bromas de Alejandro "para romper un poco el hielo que está todo muy frío". La actriz reconociendo su timidez "bajad las luces que me impresiona veros", dedicatoria para amigos, etc. Demostraron en todo momento honestidad, sencillez, humildad y un miedo al abismo bastante cercano al que pudiéramos sentir muchos ante situaciones que generan tanta responsabilidad.
Durante la hora y veinte aproximada que duró el espectáculo se pudieron escuchar temas como Cry, la nana Tip toe, I dont’ care, Automatic imperfection, la versión de Los Amaya, Vete, o Pequeño Vals . Para acabar la noche, el grupo se desperezó definitivamente y dieron paso a lo más marchoso de su actuación. Una versión del clásico The beat goes on, seguida de It’s all right, acompañada de principio a fin por las palmas de todo el público. La ovación final con la gente puesta en pie fue unánime y definitiva, y ante eso, poco más queda por añadir.
Puede que el Palacio de Festivales de Santander sea un sitio demasiado grande para un grupo como Marlango. Es posible que su propuesta encaje mejor en un lugar pequeño y recogido, más familiar. Un sitio donde la música no se pierda por el camino.
El grupo lo forman la actriz Leonor Watling (voz), Alejandro Pelayo (teclista) y Oscar Ybarra (trompetista) y toman su nombre prestado de un comentario de Tom Waits en uno de sus conciertos sobre una mujer llamada Suzie Marlango. El viernes 27 de enero hacía una noche de perros. El frío se apoderó de la ciudad y puede que del grupo también.
Se puede decir que jugaban en casa, ya que Alejandro es cántabro, (pasiego como dijo la propia Leonor). El escenario inmenso, la grada inmensa, todo muy basto para un grupo tan comedido. Las canciones iban goteando una a una, de manera correcta, pero sin posarse de manera especial sobre la sala. Era como si se perdiera la magia en un espacio tan abierto. Demasiado contenido, puede que demasiado plano, con un gusto y elegancia exquisito pero sin excesivos riesgos o alardes para demostrar que aquello era un concierto en directo.
Leonor parecía asustada, caminaba sobre los tacones de sus botas de manera silenciosa, como sin querer molestar, apabullada ante tanta gente. Buscando refugio en el silencio y la oscuridad. Sin alejarse del centro de las tablas donde se veía protegida. Pocas veces se asomó al borde del escenario. En un par de momentos pudimos apreciar que esa voz era para cada uno de nosotros, que nos miraba de frente, que dejaba de flotar de una manera tan tibia en terreno neutral. La verdad es que la chica canta más que bien, y en eso se centró, en colocar su voz y mecerla entre canciones que suenan a jazz, cabaret, soul, chanson francesa… pero con una cercanía al gran público más propia de la música pop.
El escenario se mostraba como un espacio simple, con luces muy tenues, oscuras; sencillo pero adecuado. De vez en cuando las bombillas hacían un recorrido vertical, como subiendo y bajando en ascensores, cambiando de colores de manera pausada. Transmitía la tranquilidad y paz necesaria para una puesta en escena cuidada, de belleza formal pero excesivamente estática.
Tanto los músicos del grupo como los que acompañan en directo no generan ninguna duda. Su calidad musical y profesionalidad es palpable. Parece todo perfectamente medido, estudiado, sin lugar a la improvisación, evitando grandes desastres, pero renunciando a una gloria mayor, (sin acabar de romper del todo). La banda no deja ver esa imperfección que da título a su último trabajo en ninguna de sus canciones. Nada reprochable a su ejecución técnica, pero falta feeling, chispa o ese "algo" inexplicable que unas veces se consigue y otras no. Quizás la distancia con el público era muy grande para vivir de verdad todo su directo.
Entre canción y canción, bromas de Alejandro "para romper un poco el hielo que está todo muy frío". La actriz reconociendo su timidez "bajad las luces que me impresiona veros", dedicatoria para amigos, etc. Demostraron en todo momento honestidad, sencillez, humildad y un miedo al abismo bastante cercano al que pudiéramos sentir muchos ante situaciones que generan tanta responsabilidad.
Durante la hora y veinte aproximada que duró el espectáculo se pudieron escuchar temas como Cry, la nana Tip toe, I dont’ care, Automatic imperfection, la versión de Los Amaya, Vete, o Pequeño Vals . Para acabar la noche, el grupo se desperezó definitivamente y dieron paso a lo más marchoso de su actuación. Una versión del clásico The beat goes on, seguida de It’s all right, acompañada de principio a fin por las palmas de todo el público. La ovación final con la gente puesta en pie fue unánime y definitiva, y ante eso, poco más queda por añadir.
"Stoner pincha mejor bajo presión" (Patrullero)