03-06-19, 19:05
Sábado
Después de dos días a fuego, las fuerzas se van agotando, los cuerpos se van resintiendo, pero no sé cómo leches fuimos capaces de llegar al recinto a las 17 de la tarde. Bueno, pues a pesar de que todavía ni había terminado la etapa del Giro, la entrada al recinto ya estaba a topísimo. Gracias al combo Rosalía + J. Balvin (más el resto de decenas de nombres, claro está) esta se ha convertido en la jornada del Primavera Sound con más asistentes hasta la fecha. Y a pesar de ello, como ya comenté más arriba, la sensación de llenazo solo la noté en detalles muy puntuales. Por lo demás, me quedé con la misma sensación de comodidad que el resto de días. Bueno, sí que hay una cosa que me resultó incómoda: las colas para la comida. Da igual que hubiera decenas y decenas de puestos con todo tipo de comida, que era casi imposible conseguir nada sin esperar al menos el tiempo que viene a durar medio concierto. Y eso pasó los tres días. Yo, que no suelo ser partidario de las colas, dos de los días me conformé con un perrito infame (que eran los únicos puestos en los que apenas había que esperar) y otro ni me molesté en ingerir más que un minibote de Pringles, que al menos sí lo servían en las barras de bebida.
• Cariño. Para la hora que era y el tipo de propuesta que presentan (grupo nacional a un nivel todavía bastante de andar por casa) me pareció que es estaba exageradamente petado de público entregado. No sé, creo q ponerlas en un escenario donde he visto arrasar a adolescentes como Dream Wife o Haru Nemuri tampoco las hace mucho favor, y que solo sirve para que queden un poco a la vista las costuras que tiene el directo del grupo. Hay que ponerse un poco las pilas, chicas, si queréis llegar algo más lejos que tocar en las fiestas gratis que monta Radio 3.
• Haru Nemuri. Apunte para futuras ediciones del PS: hay que ver todo lo japonés que programen. Haru Nemuri tocaba a una hora un poco tonta, y conseguí arrastrar a un puñado de amigos a los que les pillaba de primer concierto del día. Todos salieron flipados. La propuesta es sencilla: bases pregrabadas a mitad de camino entre el jpop y el noise, y en medio del escenario una chiquilla que parece salida directamente de un cómic de Junji Ito. Ratos de candidez turbia con bailecitos aparentemente inocentes saltaban sin aviso a voces guturales de niña demoniaca con blast beats de fondo. Qué carácter, la virgen.
• Built to Spill. Los vi tumbados en la hierba, con toda la calma del mundo. Hacía sol y buena temperatura. A mi alrededor estaban sentados muchos con pinta de llevar al menos una decena de ediciones del PS a sus espaldas. Algunos incluso estaban ahí jugando con sus hijos. También estaban pululando gentes que perdían el tiempo mientras se acercaba la hora de los nombres gordos de Mordor. Y otras personas se iban dirigiendo al puente que está ahí al lado y que conduce al Bits, la zona de electrónica y trap. En general todo el mundo va bien vestigo, y la mayoría del público es muy guapo (excepto los guiris, que no). Y de mientras, Built to Spill tocando entero el Keep It like a Secret. Joder, el grupo está a un nivel alucinante, se están marcando un concierto que es una pasada. Me parece que nunca se les ha valorado todo lo q se merecen. Y, por lo demás, tengo la sensación de que el Primavera Sound es un sitio maravilloso.
• Shellac. Tercera vez q les veo. Como son unos vagos y apenas publican material nuevo se puede decir que el concierto es casi igual que las otras veces, pero también es todo diferente cada vez. Un poco como en Haru Nemuri, me acerqué con varias personas que no tenían ni idea de quién es Steve Albini ni de qué iba esta historia. Pensaban quedarse un par de temas y terminaron hasta el final porque estaban flipando. Por sonido, por temazos, por haberle dado la vuelta al rock y por las ganas que le ponen en seguir siendo los putos amos, Shellac continúan estando muy por delante de casi todos los demás. Por cierto, apenas un par de horas antes del concierto el batería estuvo dando un taller infantil de percusión. No quiero ni imaginarme qué va a ser de esos niños a partir de ahora.
• Rosalía. Me acerqué a Mordor solo por fisgar un poco el ambiente, y terminé colándome en un sitio relativamente aceptable en medio del corralito delantero. Y la verdad es que no me arrepiento. Estaba todo preparado para convertirse en uno de los momentos estelares del festival, y lo que vi creo que estuvo a la altura. El espectáculo que monta está a un nivelón estratosférico, con un nivel de coordinación entre música, coreografías y visuales que tumba. En lo puramente musical ahí estaba su voz, acompañada de un coro flamenco, de James Blake (que salió a acompañarla en “Barefoot in the Park), y de esa persona que mueve los hilos del sonido desde un costado del escenario. De pronto me acordé de aquellos tiempos en que flipábamos con los directos de El Guincho, el tío con seis brazos que con sus locuras prácticamente nos obligaba a bailar la conga. Y me he dado cuenta de que lo que está haciendo con Rosalía es prácticamente la continuación natural de todo aquello. En fin: me lo gocé muchísimo. He oído unas cuantas críticas que dicen que el concierto no está a la altura de Solange o de Janelle Monáe, pero me parecen una pérdida de tiempo pensar en esos términos. No ha habido en la historia de la música española una carrera tan metéorica y tan firme como la de esta chica, y me parece que dejarse llevar por el haterismo es una pérdida de tiempo. Yo prefiero dejarme sorprender, porque de momento parece que tiene potencial para ofrecer sorpresas durante una buena temporada.
• Jarvis Cocker. La hora y pico que me pasé parado, de pie y sin hidratarme durante Rosalía de repente se me vino encima. Renuncié a ver a Neneh Cherry principalmente porque allí no tendría donde sentarme, y me fui a ver a Jarvis Cocker de lejos, pero al menos tirado en unas gradas. El repertorio actual de JC no lo controlo casi nada: creo que solo reconocí el "Running the World” que tocó para terminar. Aun así, Jarvis corriendo por el escenario, posando subido a los monitores o interrogando desde el foso a la gente que estaba apoyada en las vallas de la primera fila es cosa digna de ver. Como dicen por aquí, n’hi ha per lloguer cadires.
• Primal Scream. Me llevé un chasco tremendo. Y eso que parte del público pareció disfrutarlo de lo lindo. Un amigo me decía que lo único que pasaba es que yo ya estaba muy cansado. Quizás fuera solo eso, pero yo creo que hubo mucho más. Las bases electrónicas han desaparecido de casi todos los temas que las usaban (excepto de “Swastika Eyes”). La guitarra sonaba floja, sin veneno. La nueva bajista le pega duro, saturado de fuzz, pero se come el sonido de casi todo lo demás. Las canciones ya no suenan ni a New Order ni a MC5 ni a kraftwerk ni a nada de lo que me flipaba de ellos. El repertorio es glorioso, eso sí, pero a mí “Miss Lucifer” o “Accelerator” no me gusta que suenen a grupo tributo a los Rolling Stones.
• Stereolab. Pues en este hat trick británico noventero que me metí para celebrar la final de la Champions los claros triunfadores fueron Stereolab. Sonaron brillantes, conjuntados como un puto reloj, dibujando espirales de ácido sobre el pop más cándido. Tenía muchas esperanzas puestas en ellos, y consiguieron hacerme feliz.
• Danny L Harle. En este punto la noche se torció. Mi intención era acercarme al Bits a perrear (o intentarlo, que estaba ya hecho un cromo) con dj Playero; pero había tanta gente tirando hacia allá que a ratos cortaron el acceso. El caso es que por cosas de la vida acabé en Pitchfork viendo a la muchachada ya todo perdida, botando con el homenaje al sonido Pont Aeri que se marcó el muchacho. Que yo entiendo que el revival del gabber y el progressive está llegando y a la gente le mola hacer el cenutrio, pero es que se cascó un repertorio casi clavado al que escucho cada finde en el cierre de la discoteca de mi barrio. Y yo esperaba que en el PS se lo curraran un poco más. En fin.
• Modeselektor. Mi plan para esa hora era el homenaje a Los Saicos que Mujeres iban a cascarse en el escenario Heineken, pero otra vez ese escenario se llenó antes de la hora y en esta ocasión yo me quedé fuera. Intentamos entrar al sitio pequeño de electrónica oscura al lado del Pitchfork (¿puede llamarse Ray Ban Studios? Nadie parecía tener claro el nombre), pero los de seguridad también cortaron los accesos. Así que no quedó más remedio que arrastrar mi dolor de espaldas a Modeselektor. Por un lado estuvo bastante guay: su repertorio en directo suena duro de cojones, rollo hard techno, y a esas horas el cuerpo me pedía algo así. Por otro lado, un live de electrónica siempre es una cosa un poco sosa de ver, los visuales que llevaban eran bastante discretos, y los intentos de la pareja por animar daban bastante penuca. Vamos, el momento en que Flohio salió a acompañarles creo que fue el único en que mereció la pena mirar al escenario. Por otro lado, los últimos diez minutos de concierto me parecieron un tanto bajoneros. En fin, estuvo guay pero no terminaron de petarlo.
Y al final, las sustitutas de coco en el cierre en el Ray-Ban fueron dj Rosario & Sama Yax, que como era de esperar tiraron de éxitos un poco chusteros. A esas horas ya estaba fundido y, la mayoría de conocidos ya habían retirado, así que decidí que ya tocaba marchar. Me hubiera gustado vivir uno de esos finales épicos que todos me habéis contado con la gente agarrada a las vallas para que los seguratas no les echen y el after chino petado de socialités, pero no pudo ser. Pero bueno, después de más de tres días viviendo en un limbo y contando que me quedaba casi media hora de caminata para llegar a la cama, creo que tampoco hacía falta forzar la máquina más.
Después de dos días a fuego, las fuerzas se van agotando, los cuerpos se van resintiendo, pero no sé cómo leches fuimos capaces de llegar al recinto a las 17 de la tarde. Bueno, pues a pesar de que todavía ni había terminado la etapa del Giro, la entrada al recinto ya estaba a topísimo. Gracias al combo Rosalía + J. Balvin (más el resto de decenas de nombres, claro está) esta se ha convertido en la jornada del Primavera Sound con más asistentes hasta la fecha. Y a pesar de ello, como ya comenté más arriba, la sensación de llenazo solo la noté en detalles muy puntuales. Por lo demás, me quedé con la misma sensación de comodidad que el resto de días. Bueno, sí que hay una cosa que me resultó incómoda: las colas para la comida. Da igual que hubiera decenas y decenas de puestos con todo tipo de comida, que era casi imposible conseguir nada sin esperar al menos el tiempo que viene a durar medio concierto. Y eso pasó los tres días. Yo, que no suelo ser partidario de las colas, dos de los días me conformé con un perrito infame (que eran los únicos puestos en los que apenas había que esperar) y otro ni me molesté en ingerir más que un minibote de Pringles, que al menos sí lo servían en las barras de bebida.
• Cariño. Para la hora que era y el tipo de propuesta que presentan (grupo nacional a un nivel todavía bastante de andar por casa) me pareció que es estaba exageradamente petado de público entregado. No sé, creo q ponerlas en un escenario donde he visto arrasar a adolescentes como Dream Wife o Haru Nemuri tampoco las hace mucho favor, y que solo sirve para que queden un poco a la vista las costuras que tiene el directo del grupo. Hay que ponerse un poco las pilas, chicas, si queréis llegar algo más lejos que tocar en las fiestas gratis que monta Radio 3.
• Haru Nemuri. Apunte para futuras ediciones del PS: hay que ver todo lo japonés que programen. Haru Nemuri tocaba a una hora un poco tonta, y conseguí arrastrar a un puñado de amigos a los que les pillaba de primer concierto del día. Todos salieron flipados. La propuesta es sencilla: bases pregrabadas a mitad de camino entre el jpop y el noise, y en medio del escenario una chiquilla que parece salida directamente de un cómic de Junji Ito. Ratos de candidez turbia con bailecitos aparentemente inocentes saltaban sin aviso a voces guturales de niña demoniaca con blast beats de fondo. Qué carácter, la virgen.
• Built to Spill. Los vi tumbados en la hierba, con toda la calma del mundo. Hacía sol y buena temperatura. A mi alrededor estaban sentados muchos con pinta de llevar al menos una decena de ediciones del PS a sus espaldas. Algunos incluso estaban ahí jugando con sus hijos. También estaban pululando gentes que perdían el tiempo mientras se acercaba la hora de los nombres gordos de Mordor. Y otras personas se iban dirigiendo al puente que está ahí al lado y que conduce al Bits, la zona de electrónica y trap. En general todo el mundo va bien vestigo, y la mayoría del público es muy guapo (excepto los guiris, que no). Y de mientras, Built to Spill tocando entero el Keep It like a Secret. Joder, el grupo está a un nivel alucinante, se están marcando un concierto que es una pasada. Me parece que nunca se les ha valorado todo lo q se merecen. Y, por lo demás, tengo la sensación de que el Primavera Sound es un sitio maravilloso.
• Shellac. Tercera vez q les veo. Como son unos vagos y apenas publican material nuevo se puede decir que el concierto es casi igual que las otras veces, pero también es todo diferente cada vez. Un poco como en Haru Nemuri, me acerqué con varias personas que no tenían ni idea de quién es Steve Albini ni de qué iba esta historia. Pensaban quedarse un par de temas y terminaron hasta el final porque estaban flipando. Por sonido, por temazos, por haberle dado la vuelta al rock y por las ganas que le ponen en seguir siendo los putos amos, Shellac continúan estando muy por delante de casi todos los demás. Por cierto, apenas un par de horas antes del concierto el batería estuvo dando un taller infantil de percusión. No quiero ni imaginarme qué va a ser de esos niños a partir de ahora.
• Rosalía. Me acerqué a Mordor solo por fisgar un poco el ambiente, y terminé colándome en un sitio relativamente aceptable en medio del corralito delantero. Y la verdad es que no me arrepiento. Estaba todo preparado para convertirse en uno de los momentos estelares del festival, y lo que vi creo que estuvo a la altura. El espectáculo que monta está a un nivelón estratosférico, con un nivel de coordinación entre música, coreografías y visuales que tumba. En lo puramente musical ahí estaba su voz, acompañada de un coro flamenco, de James Blake (que salió a acompañarla en “Barefoot in the Park), y de esa persona que mueve los hilos del sonido desde un costado del escenario. De pronto me acordé de aquellos tiempos en que flipábamos con los directos de El Guincho, el tío con seis brazos que con sus locuras prácticamente nos obligaba a bailar la conga. Y me he dado cuenta de que lo que está haciendo con Rosalía es prácticamente la continuación natural de todo aquello. En fin: me lo gocé muchísimo. He oído unas cuantas críticas que dicen que el concierto no está a la altura de Solange o de Janelle Monáe, pero me parecen una pérdida de tiempo pensar en esos términos. No ha habido en la historia de la música española una carrera tan metéorica y tan firme como la de esta chica, y me parece que dejarse llevar por el haterismo es una pérdida de tiempo. Yo prefiero dejarme sorprender, porque de momento parece que tiene potencial para ofrecer sorpresas durante una buena temporada.
• Jarvis Cocker. La hora y pico que me pasé parado, de pie y sin hidratarme durante Rosalía de repente se me vino encima. Renuncié a ver a Neneh Cherry principalmente porque allí no tendría donde sentarme, y me fui a ver a Jarvis Cocker de lejos, pero al menos tirado en unas gradas. El repertorio actual de JC no lo controlo casi nada: creo que solo reconocí el "Running the World” que tocó para terminar. Aun así, Jarvis corriendo por el escenario, posando subido a los monitores o interrogando desde el foso a la gente que estaba apoyada en las vallas de la primera fila es cosa digna de ver. Como dicen por aquí, n’hi ha per lloguer cadires.
• Primal Scream. Me llevé un chasco tremendo. Y eso que parte del público pareció disfrutarlo de lo lindo. Un amigo me decía que lo único que pasaba es que yo ya estaba muy cansado. Quizás fuera solo eso, pero yo creo que hubo mucho más. Las bases electrónicas han desaparecido de casi todos los temas que las usaban (excepto de “Swastika Eyes”). La guitarra sonaba floja, sin veneno. La nueva bajista le pega duro, saturado de fuzz, pero se come el sonido de casi todo lo demás. Las canciones ya no suenan ni a New Order ni a MC5 ni a kraftwerk ni a nada de lo que me flipaba de ellos. El repertorio es glorioso, eso sí, pero a mí “Miss Lucifer” o “Accelerator” no me gusta que suenen a grupo tributo a los Rolling Stones.
• Stereolab. Pues en este hat trick británico noventero que me metí para celebrar la final de la Champions los claros triunfadores fueron Stereolab. Sonaron brillantes, conjuntados como un puto reloj, dibujando espirales de ácido sobre el pop más cándido. Tenía muchas esperanzas puestas en ellos, y consiguieron hacerme feliz.
• Danny L Harle. En este punto la noche se torció. Mi intención era acercarme al Bits a perrear (o intentarlo, que estaba ya hecho un cromo) con dj Playero; pero había tanta gente tirando hacia allá que a ratos cortaron el acceso. El caso es que por cosas de la vida acabé en Pitchfork viendo a la muchachada ya todo perdida, botando con el homenaje al sonido Pont Aeri que se marcó el muchacho. Que yo entiendo que el revival del gabber y el progressive está llegando y a la gente le mola hacer el cenutrio, pero es que se cascó un repertorio casi clavado al que escucho cada finde en el cierre de la discoteca de mi barrio. Y yo esperaba que en el PS se lo curraran un poco más. En fin.
• Modeselektor. Mi plan para esa hora era el homenaje a Los Saicos que Mujeres iban a cascarse en el escenario Heineken, pero otra vez ese escenario se llenó antes de la hora y en esta ocasión yo me quedé fuera. Intentamos entrar al sitio pequeño de electrónica oscura al lado del Pitchfork (¿puede llamarse Ray Ban Studios? Nadie parecía tener claro el nombre), pero los de seguridad también cortaron los accesos. Así que no quedó más remedio que arrastrar mi dolor de espaldas a Modeselektor. Por un lado estuvo bastante guay: su repertorio en directo suena duro de cojones, rollo hard techno, y a esas horas el cuerpo me pedía algo así. Por otro lado, un live de electrónica siempre es una cosa un poco sosa de ver, los visuales que llevaban eran bastante discretos, y los intentos de la pareja por animar daban bastante penuca. Vamos, el momento en que Flohio salió a acompañarles creo que fue el único en que mereció la pena mirar al escenario. Por otro lado, los últimos diez minutos de concierto me parecieron un tanto bajoneros. En fin, estuvo guay pero no terminaron de petarlo.
Y al final, las sustitutas de coco en el cierre en el Ray-Ban fueron dj Rosario & Sama Yax, que como era de esperar tiraron de éxitos un poco chusteros. A esas horas ya estaba fundido y, la mayoría de conocidos ya habían retirado, así que decidí que ya tocaba marchar. Me hubiera gustado vivir uno de esos finales épicos que todos me habéis contado con la gente agarrada a las vallas para que los seguratas no les echen y el after chino petado de socialités, pero no pudo ser. Pero bueno, después de más de tres días viviendo en un limbo y contando que me quedaba casi media hora de caminata para llegar a la cama, creo que tampoco hacía falta forzar la máquina más.
Abajo el trabajo