20-04-16, 15:38
Yo creo que lo que la idea de Lenore va más por el de la evolución que han vivido en los últimos años las zonas vip de algunos festivales, que han pasado de ser una zona reducida y exclusiva, y que prácticamente se mantenía oculta a la mayoría de asistentes (como más o menos igue funcionando en Santander Music) a crecer de forma sobredimensionada en el conjunto del festival. Vamos, que de los festis de los 90, donde la mayoría de los asistentes entraba en igualdad de condiciones (unas condicioens que solían ser un poco costras en general) se ha pasado a que muchos festis sean un escenario para la representación y la reproducción de las desigualdades sociales.
Así, la zona Coachella sirve para marcar la diferencia entre la joven clase de megarricos globales que pueden reunirse y exhibirse en sus ámbitos VIP, los chavales bien pero que no tienen manera de pagar las barbaridades que cuesta acceder ahí y se conformarán con ver los conciertos entre la masa a la que le toca estar en los sitios más incómodos, y la enorme cantidad de gente a la que le gustaría ir al festi pero no puede pagar lo que cuestan unos abonos normales que de partida no son nada económicos.
Por eso digo que el equivalente aquí no habría que buscarle en el Primavera (donde se repiten muchos de los artistas en el cartel de Coachella, pero que creo que todavía le queda para llegar a ser el Gran Festival de los Niños Bien Europeos, así por ejemplo a lo Glastonbury) sino en el Starlite (donde se reproduce la diferencia entre los megarricos y el resto; solo que aquí la aristocracia ibérica sigue siendo más casposa en sus costumbres y sus aficiones).
Y en ese sentido de representación de las desigualdades sociales veo mucho más apropiado el Música en Grande. En el Coachella o los otros festivales que menciona el artículo se juntan modelos, jóvenes triunfadores que han hecho fortuna en Silicon Valley o en el mundo de las finanzas, actores, hijos de aristócratas... y en general gente que maneja cantidades inmensas de pasta amasada en la economía mundial del siglo XXI. En Santander, la economía está destruida, buena parte de la aristocracia sigue viviendo de las rentas de lo que logró en el siglo XIX o de pelotazos pegados en época de Franco, y todo se sostiene a base de favores que mantienen bien atadas las redes clientelares. Así se encuentra uno con que en la zona VIP del Música en Grande no paga entrada ni blas, los patrocinadores invitan a comercio y bebercio caro, y en realidad la gente ni siquiera se entera de quién está tocando, porque el objetivo de la mayoría de los que van ahí es dejarse ver y poder fardar al día siguiente de que se ha pasado una noche a todo tren... aunque todo sea más falso que el directo de Juan Magán.
Así, la zona Coachella sirve para marcar la diferencia entre la joven clase de megarricos globales que pueden reunirse y exhibirse en sus ámbitos VIP, los chavales bien pero que no tienen manera de pagar las barbaridades que cuesta acceder ahí y se conformarán con ver los conciertos entre la masa a la que le toca estar en los sitios más incómodos, y la enorme cantidad de gente a la que le gustaría ir al festi pero no puede pagar lo que cuestan unos abonos normales que de partida no son nada económicos.
Por eso digo que el equivalente aquí no habría que buscarle en el Primavera (donde se repiten muchos de los artistas en el cartel de Coachella, pero que creo que todavía le queda para llegar a ser el Gran Festival de los Niños Bien Europeos, así por ejemplo a lo Glastonbury) sino en el Starlite (donde se reproduce la diferencia entre los megarricos y el resto; solo que aquí la aristocracia ibérica sigue siendo más casposa en sus costumbres y sus aficiones).
Y en ese sentido de representación de las desigualdades sociales veo mucho más apropiado el Música en Grande. En el Coachella o los otros festivales que menciona el artículo se juntan modelos, jóvenes triunfadores que han hecho fortuna en Silicon Valley o en el mundo de las finanzas, actores, hijos de aristócratas... y en general gente que maneja cantidades inmensas de pasta amasada en la economía mundial del siglo XXI. En Santander, la economía está destruida, buena parte de la aristocracia sigue viviendo de las rentas de lo que logró en el siglo XIX o de pelotazos pegados en época de Franco, y todo se sostiene a base de favores que mantienen bien atadas las redes clientelares. Así se encuentra uno con que en la zona VIP del Música en Grande no paga entrada ni blas, los patrocinadores invitan a comercio y bebercio caro, y en realidad la gente ni siquiera se entera de quién está tocando, porque el objetivo de la mayoría de los que van ahí es dejarse ver y poder fardar al día siguiente de que se ha pasado una noche a todo tren... aunque todo sea más falso que el directo de Juan Magán.
Abajo el trabajo