20-06-10, 20:40
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Cita:CANTABRIA
«No hay una política cultural, hay apaños, improvisaciones y anécdotas»
20.06.10 - 00:08 - VIOLETA SANTIAGO
El director del Museo Marítimo del Cantábrico, que se jubila mañana, critica la «precariedad terrible» en que viven los museos de la región
José Luis Casado Soto. Historiador, investigador, arqueólogo y escritor
José Luis Casado Soto se jubila mañana, lunes, de funcionario público. Pero no se retira de historiador, arqueólogo, investigador, escritor y, lo que parece importarle más, de «ciudadano pensante». Erudito santanderino reconocido allá donde va (también es licenciado en Bellas Artes) ha pasado los últimos 35 años de su vida luchando contra viento y marea por el Museo Marítimo del Cantábrico, MMC, cuyo despacho de director dejará sin gran pena. Él no lo expresa así literalmente, aunque de sus palabras se trasluce que los últimos años han sido duros para un intelectual con el que se cuenta más «fuera» que en su propia autonomía, donde las oportunidades para desarrollar proyectos «son más cortas y sin horizonte». Casado Soto es un tipo cordial, detallista e irónico que, al cumplir los 65 años, espera tener cuerda para rato en el campo del patrimonio. Su pasión.
-Usted siempre ha sido muy crítico con la política cultural y museística de la región, ¿verdad?
-Noooo. No puedo ser crítico con algo que no existe. Entiendo que en Cantabria no hay una política cultural. Hay muchos apaños culturales, improvisaciones, anécdotas..., no planificación ni objetivos. Por lo menos no en los últimos años yo no he percibido que hubiera un modelo a desarrollar. A lo mejor es que estoy despistado.
-¿Y hacia dónde cree que van los museos? ¿Piensa que llegaremos a ver el gran Museo de Cantabria?
-Si carecemos de política cultural, mucho menos la tenemos museística. Aquí, simplemente, se sostienen unas instalaciones heredadas. Por cierto, con un esfuerzo ingente de un número ridículo de personas muy vocacionales, que han hecho su trabajo en un entorno de precariedad terrible. Esta región ha tenido una suerte increíble con la gente que gestiona los centros. Uno, dos, tres profesionales han sostenido instituciones durante años, muy solos... Así estamos. Del Museo de Cantabria no opino porque no existe. Hoy por hoy es una entelequia. Y no tengo ni idea de si llegará a existir porque depende de la voluntad de otros.
-¿Qué le parece, entonces, que el Gobierno cántabro se haya volcado en los últimos meses en conseguir que se reabra al público la cueva de Altamira?
-Pues es que el criterio que se esgrime para la apertura es hacer que vengan a verla algunas personas muy notables del mundo. Esa no es la razón de ser de una institución patrimonial. Altamira está perfectamente replicada y es imposible encontrar la diferencia con la original. Si los informes técnicos dicen que el acceso a la cueva es dañino en mayor o menor medida... Es una herencia de 15.000 años con la que no se puede jugar. No se debe, en realidad. Luego se hará lo que quieran los que tienen la sartén por el mango.
-¿Usted no es partidario, pues, de que se toque esa puerta?
-Los informes del CSIC eran en ese sentido. Al final, lo que se ha impuesto ha sido un compromiso político.
-Suponiendo que conoce el primer Plan Arqueológico Regional. ¿Qué opinión le merece?
-No me puedo pronunciar porque sólo lo sé lo que ha contado la prensa. Después de 40 años de trabajo como arqueólogo y de haber dirigido 21 campañas de excavación en esta tierra nunca había visto un modelo de actuación. De modo que, si ahora se desarrolla, bienvenido. Ni lo conozco ni he sido consultado.
-Una de la prioridades de ese plan, en la actualidad, es la investigación subacuática.
-Le diré que aquí tenemos el centro más antiguo de España en este campo, el Laboratorio para Investigaciones Arqueológicas Subacuáticas, el LIAS. Funciona desde 1978 y hemos detectado un montón de patrimonio en estos años. Si me dice que no se ha contado con el LIAS para el futuro..., en fin. El conocimiento de la arqueología bajo el agua, en Cantabria, está en este laboratorio. Que no depende de la Administración cántabra, sino de una fundación hispano-norteamericana y gracias a eso hemos podido trabajar. Si hubiéramos dependido de la Autonomía, todo hubiera sido mucho más problemático.
-Dado que este museo se ubica en San Martín, ¿está al tanto de los planes a desarrollar en el frente marítimo de la ciudad y, en especial, de los que pueden afectar a esta zona?
-Estoy muy preocupado por el frente marítimo de Santander. En breve tendremos una reunión con la Autoridad Portuaria, que está en proceso de consultas. Respecto a San Martín, es curioso que, de repente, se hayan dado cuenta de que es una área privilegiada, entre el centro de la ciudad y las playas. Porque durante muchos años del siglo XX, cuando no se sabía dónde meter una instalación, se traía aquí: el Tiro, la Escuela de Náutica, el Oceanográfico, el MMC... En los últimos años ha habido una serie de proyectos a cual más descabellado. Se perseguía la enajenación de unos terrenos que son públicos y se quería la privatización. Ya en muchos lugares del mundo se han desarrollado frentes marítimos inteligentes, con pequeñas tiendas con carácter, restauración con encanto... Estoy pensando en los muelles de Londres o en los de Nueva York, donde han sabido conservar el ambiente marino. Esos lugares han acabado por convertirse en grandes plazas. ¿Por qué no hacer eso en Santander, a otra escala? Tenemos un carácter fundamentado en el mar, que a veces se nos olvida. No hay que inventar nada. Sólo se necesita mirar donde lo han hecho bien: en Liverpool, Amsterdam, Amberes o Estocolmo.
-Cuando se habla, incluso, de ubicar este centro en otro lugar se le pondrán los pelos de punta...
-No, los pelos de punta no. Se me pone el ánimo patético. ¡Si ha habido proyectos para levantar aquí edificios de once alturas, una vez se descubrió que se podrían aprovechar bien las vistas¡ Quitar espacios públicos para poner ¿que? ¿edificios privados? Si esto puede ser la gran plaza de Santander, donde desemboquen los paseos de la ciudad y convertirse en un punto de solaz y encuentro de la gente. Y este museo, que está enormemente sobredimensionado -porque está diseñado a escala europea para la pequeña región que somos- podría tener un papel de enganche y crear unas sinergias de rentabilidad cultural y económicas extraordinarias.
-Vayamos a la candidatura de Santander como Capital Europea de la Cultura. ¿Cómo la ve?
-Me parece una oportunidad magnífica para la ciudad. Me he sentido solidario y colaborador desde el principio. Aunque Joaquín González Echegaray y yo, como académicos, enviamos una carta a todas las instituciones implicadas señalando que Santander, que ha acumulado en los dos últimos siglos una serie de instituciones de altísima calidad, tiene toda esta infraestructura bastante dejada de la mano de Dios. Esto puede ser el punto débil de la candidatura. Lo señalamos, en conciencia, con el ánimo de contribuir. El proyecto me parece una ventana de oportunidades para Santander, se consiga o no se consiga. Sólo estar en ello nos hace reflexionar sobre quienes somos y cómo estamos haciendo las cosas. Eso siempre es bueno.
-Sin salir de la actualidad. ¿Ha seguido el 'culebrón' del AVE de los últimos meses? ¿Cree que el tren de alta velocidad es asunto de vida o muerte, como nos dicen?
-Me parece que se está mezclando de forma muy poco operativa unos designios políticos (más o menos populistas) con la racionalidad. O sea, que un problema que es puramente técnico se está cargando de un componente afectivo que no le hace ningún favor. Como en todo, esto es cuestión de tiempos. Es cierto que comunidades vecinas nos han cogido la delantera y es verdad que competir será difícil. Aun así, no se justifica que la solución tenga que ser más afectiva que técnica. Cuanto mejor se acierte técnicamente, antes se compensará la ventaja que ahora tienen otros. No puedo decir más porque no conozco a fondo los proyectos.
-Y, en su opinión, esa reivindicación «desde lo afectivo», ¿puede tener que ver con una defensa más acentuada de la cantabricidad desde ciertos ámbitos? La última vez que usted salió en la prensa fue criticando una bandera que proponía ADIC (la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria). La crítica le valió que le tacharan de 'anticantabricista'.
-Se da la circunstancia de que soy autor de uno de los dos libros con los que se pidió en Madrid la autonomía para Cantabria. Y zanjé la polémica de las banderas en un artículo publicado en 1977. Además, cuando se redactó el Estatuto de Cantabria, dibujé el escudo de la región. También reconstruí la Casa de Juntas de Puente San Miguel. Todo lo he hecho como historiador, poniendo datos objetivos encima de la mesa. Que los utilizadores políticos de los símbolos me digan que soy contrario a mi tierra... (se sonríe). Soy contrario al uso espurio de la historia, a la manipulación. Al intento de envolver los cerebros de la gente con el pellejo de las tripas, que es lo que suelen hacer los nacionalismos y los regionalismos cuando se descontrolan. Aquí hay un intento de repetir lo que hacen nuestros vecinos (en referencia al País Vasco). Fue profesor en la comunidad de al lado y conozco bien el percal. Pero ya decía Marx que la historia, cuando se repite, se repite como caricatura. El inventarse espíritus de Corocotta y vincularlos al deporte, cuando ni siquiera sabemos sin Corocotta era cántabro... Es el invento de la historia. Esto lo hacen los vecinos desde hace cien años y ya sabemos a dónde les han llevado.
http://www.eldiariomontanes.es/v/2010062...00620.html
Abajo el trabajo