07-11-06, 13:33
Desnudos y fríos
Santiago V. M.
El conservatorio de música Jesús de Monasterio de Santander se convirtió momentáneamente. Durante los primeros viernes de octubre y el último sábado del citado mes se ha completado un ciclo musical llamado Naked Sessions. Sesiones desnudas de una música poco habitual para poder escuchar en este edificio. Aprovechando la magnífica acústica de las instalaciones, hemos disfrutado de unas relajadas noches musicales con propuestas diversas y no siempre reconocidas por la mayoría. La comodidad y el buen sonido vienen acompañados inevitablemente por un ambiente más gélido que el que se podría dar en una sala. El ciclo ha sido organizado por El Elevador y Bandini Producciones (antes se llamaban Iraultza pero la apuesta sigue siendo la misma). En esta ocasión han vuelto a contar con la colaboración de La Dirección General de Juventud, (Gobierno de Cantabria).
El lluvioso viernes 6 se daba la salida con un padrino acorde con el concepto que guarda el ciclo. Un maestro de maestros: Juan de Pablos, (conductor de Flor de Pasión en Radio 3 ). Con un hall prácticamente lleno, el periodista enlazó de forma magistral y con su habitual desenfado (impagables sus bailes) un listado de canciones que recorrían de forma aleatoria lo mejor del pop, el soul y el ye-ye de las últimas décadas, rescatando algunos temas que subrayan una labor de "arqueólogo del pop".
Los Muñecos son el alter ego de los Niños Mutantes o lo que es lo mismo Juan Alberto, voz y alma de N.M., y Andrés, guitarra y cuarto Mutante. Para empezar, nada nuevo, tema con el que abren las actuaciones en formato eléctrico y que se adapta también al formato acústico (no tan tradicional como la palabra pueda sugerir). Siguieron con canciones de su primer disco como Katherine y Serpiente así como alguna cara b de su primera época como La ardilla roja. Recordaron su segundo trabajo con el tema Todo puede ir mejor. A la hora de las versiones, Wilco (grandísima), Malahora y Mama Baker ( proyectos paralelos de alguno de lo miembros de N.M.) fueron los grupos elegidos. Sonó algún tema de lo que será su próximo cd y el fin con fuego al corazón. Un concierto corto en su duración pero muy intenso en su contenido. La voz de Juan Alberto trasmite sensaciones y sentimientos como muy pocas dentro del panorama nacional. Tras la actuación de los granadinos, tomó el escenario uno de los combos más enérgicos de la región: Hermosos Vencidos. Desde el primer momento quedó claro que la técnica quedaba en un segundo plano frente a la visceralidad de cada uno de los temas. Poco a poco y durante escasos cincuenta minutos fueron desgranando su habitual setlist junto con alguna de las revisiones que han realizado del repertorio stoniano, desde la mítica Todo negro (tomada de Los Salvajes) hasta la sobresaliente versión de Dead Flowers, más rockera que su antecesora y con una fantástica ejecución de Angel Bedia a las seis cuerdas.
La semana siguiente Soul Gestapo salían con retraso de veinte minutos. El trío parece haber evolucionado en su sonido, más power y menos sucio. Sus canciones están más aseadas, tienen más melodía y menos mala leche. Quitando momentos muy puntuales en los que el trío se desmelenaba, el grueso de su actuación fue bastante homogéneo y medido.
Es una pena que los juegos vocales quedaran cojos, pero es que los coros de Raúl no se oyeron hasta la mitad del concierto. De cualquier modo la voz está en buenas manos. Aitor sabe lo que canta y como lo quiere cantar. Además punteos y rítmica corren de su cuenta. Es lo que tiene ser solo tres músicos.
Cabe destacar también, la reciente incorporación de Iñaki (batería de Los Del Tonos) que a juzgar por lo que vimos, parece haber tocado con ellos toda la vida. A las 23:00 horas dieron concluida una tocata en la que además de los temas propios, versionaron a los Long Riders, Hoodoo Gurus y Rod Stewart.
A las 23:30 entraba Tav Falco con su banda, empezaron con una “intro” eterna, pesadísima. Tras el primer susto, el espíritu de Memphis comenzó a rodar sobre el conservatorio y el rock más primitivo y cavernícola que podemos imaginar empezó a sonar. Líneas de bajo supermarcadas, sencillos ritmos de batería rayando la monotonía, o los punteos limpios de una Greitch eran el acompañamiento justo para ese pequeño hombre, de rizado tupé, traje de chaqueta y zapatos de charol que no dejaba de rasgar su guitarra Hofner y cantaba desde las cavernas con voz grave y clara.
La palidez de Tav Falco, ese gesto medio triste, y la inclusión en su repertorio de sonidos arrabaleros afianzaban más esa sensación. Al final de la noche habíamos escuchado, rockabilly, blues, tango, música tropical, italiana, fronteriza, etc, etc... Una ensalada bastante curiosa pero poco efectiva. A veces daba la sensación de estar en un crucero de jubilados, en esas salas de fiestas donde viejos cantantes despachan canciones que tuvieron días de gloria y han quedado para amenizar fiestas y banquetes.
Estos contrastes y esta intermitencia se veía claramente reflejada en los músicos. ¿Cómo puede tocar en la misma banda un bajista tan bueno y una batería tan limitada?.
Habíamos pasado ya la mitad del ciclo, el viernes 20 había algo más de gente. Javier Colis y las malas lenguas era seguramente la propuesta más arriesgada y difícil. Su música es sombría, pantanosa, oscura, áspera... Los sonidos componen un universo de caos ordenado. De ritmos cuadrados y milimétricos pasábamos a arrancadas desatadas que al final volvían a su camino (la sombra de la Velvet Underground es muy alargada). Javier marca el ritmo bailando como un péndulo mientras toca su guitarra. El otro guitarrista hace un gran trabajo con la palanca, slide, etc. El teclado es el acompañamiento ideal para dar ese toque circense, cabaretero, noctámbulo cuando la ocasión lo requiere.
Harlan. T. Bobo dio un concierto tan excelso como corto. Desde el primer momento conectó con la audiencia y se entregó sin miramientos a dar el máximo en un tiempo mínimo. Para ser solo guitarra, bajo y batería sonaba bastante compacto. Con eso les llegaba y les sobraba. Lo que en disco son canciones aplacadas, en directo se convertían en temas igual de bonitos, pero con más vigor. Lo que en cd es más potente, el vivo era pura explosión. El artista pasaba sin problema de la típica canción inglesa de los 70 al country rock americano o al noise más descarnado. Sabía hacerlo dulce y hacerlo sucio. Cambiaba de registro con la misma facilidad que Mortadelo de disfraz. El talento es algo que no se puede ocultar. La Houston Party Records siempre han tenido especial olfato para detectarlo, esto es solo un ejemplo más.
Howe Gelb,lider de Giant Sand, cerraba el ciclo sin más apoyos que una guitarra de caja, algún pedal, armónica y un piano de cola, hacía de hombre orquesta e improvisado humorista.
El silencio era absoluto. El público ni siquiera pestañeaba (como debe ser). Todo el mundo guardaba un respetuoso silencio. Se escuchaba perfectamente el pellizco de la cuerda, esa manera de tocar sin púa percutiendo sobre la madera. Se apreciaba a la perfección esa voz cansada, arrastrando palabras (tipo Lou Reed), casi se escuchaba como pasaba la saliva.
A Howe le gusta la experimentación y en medio de una canción que bien podía ser un blues rural o algo más country, de repente, con un toque de pedal, subían por su guitarra unas notas sinfónicas que parecían abrir las puertas del cielo y se quedaban flotando entre nubes unos breves segundos... lo justo para cerrar esa puerta y volver a la senda tradicional.
Con el piano utilizaba una técnica de afinación especial. Colocaba en su corazón alguna armónica y el sonido al presionar la teclas te podía llevar de viaje al medievo, o a las cajas de música. Teclado seco mezclándose con un barniz metalizado. (un bonito recurso)
Ya en el bis, H.G. empezó a charlar con el respetable que estaba en sus butacas. “¿toco el piano o la guitarra?¿Vino o cerveza?. Si es vino ¿tinto o blanco?. Llegó al punto de dividir al público que se sentaba a cada lado del pasillo según estas preferencias. Si alguno no estaba de acuerdo, lo hacía cambiar de lado. Bromeó con un espectador que en ese momento volvía del baño y bajaba rápidamente las escaleras. “un poco tarde para llegar ¿no?, ¿no pretenderás que repita ahora todo el setlist?”.
Cantó Ring of Fire de J. Cash, consiguió sacar las palmas de la gente, El lado de la izquierda, a petición del músico, entonó un “na, na, na, na,...” que daría paso al Hey Jude de los Beatles. El sector de la derecha no pudo con una petición mucho más dura (imitar el sonido de la aguja estancada cuando acaba un disco). El de Tucson soltó un simpático “vísteme despacio que tengo prisa”. Se sentó al piano y tras un “medley” en el que incluso sonó una marcha fúnebre dijo “The end” y se fue más ancho que largo. (Genio y figura).
El lluvioso viernes 6 se daba la salida con un padrino acorde con el concepto que guarda el ciclo. Un maestro de maestros: Juan de Pablos, (conductor de Flor de Pasión en Radio 3 ). Con un hall prácticamente lleno, el periodista enlazó de forma magistral y con su habitual desenfado (impagables sus bailes) un listado de canciones que recorrían de forma aleatoria lo mejor del pop, el soul y el ye-ye de las últimas décadas, rescatando algunos temas que subrayan una labor de "arqueólogo del pop".
Los Muñecos son el alter ego de los Niños Mutantes o lo que es lo mismo Juan Alberto, voz y alma de N.M., y Andrés, guitarra y cuarto Mutante. Para empezar, nada nuevo, tema con el que abren las actuaciones en formato eléctrico y que se adapta también al formato acústico (no tan tradicional como la palabra pueda sugerir). Siguieron con canciones de su primer disco como Katherine y Serpiente así como alguna cara b de su primera época como La ardilla roja. Recordaron su segundo trabajo con el tema Todo puede ir mejor. A la hora de las versiones, Wilco (grandísima), Malahora y Mama Baker ( proyectos paralelos de alguno de lo miembros de N.M.) fueron los grupos elegidos. Sonó algún tema de lo que será su próximo cd y el fin con fuego al corazón. Un concierto corto en su duración pero muy intenso en su contenido. La voz de Juan Alberto trasmite sensaciones y sentimientos como muy pocas dentro del panorama nacional. Tras la actuación de los granadinos, tomó el escenario uno de los combos más enérgicos de la región: Hermosos Vencidos. Desde el primer momento quedó claro que la técnica quedaba en un segundo plano frente a la visceralidad de cada uno de los temas. Poco a poco y durante escasos cincuenta minutos fueron desgranando su habitual setlist junto con alguna de las revisiones que han realizado del repertorio stoniano, desde la mítica Todo negro (tomada de Los Salvajes) hasta la sobresaliente versión de Dead Flowers, más rockera que su antecesora y con una fantástica ejecución de Angel Bedia a las seis cuerdas.
La semana siguiente Soul Gestapo salían con retraso de veinte minutos. El trío parece haber evolucionado en su sonido, más power y menos sucio. Sus canciones están más aseadas, tienen más melodía y menos mala leche. Quitando momentos muy puntuales en los que el trío se desmelenaba, el grueso de su actuación fue bastante homogéneo y medido.
Es una pena que los juegos vocales quedaran cojos, pero es que los coros de Raúl no se oyeron hasta la mitad del concierto. De cualquier modo la voz está en buenas manos. Aitor sabe lo que canta y como lo quiere cantar. Además punteos y rítmica corren de su cuenta. Es lo que tiene ser solo tres músicos.
Cabe destacar también, la reciente incorporación de Iñaki (batería de Los Del Tonos) que a juzgar por lo que vimos, parece haber tocado con ellos toda la vida. A las 23:00 horas dieron concluida una tocata en la que además de los temas propios, versionaron a los Long Riders, Hoodoo Gurus y Rod Stewart.
A las 23:30 entraba Tav Falco con su banda, empezaron con una “intro” eterna, pesadísima. Tras el primer susto, el espíritu de Memphis comenzó a rodar sobre el conservatorio y el rock más primitivo y cavernícola que podemos imaginar empezó a sonar. Líneas de bajo supermarcadas, sencillos ritmos de batería rayando la monotonía, o los punteos limpios de una Greitch eran el acompañamiento justo para ese pequeño hombre, de rizado tupé, traje de chaqueta y zapatos de charol que no dejaba de rasgar su guitarra Hofner y cantaba desde las cavernas con voz grave y clara.
La palidez de Tav Falco, ese gesto medio triste, y la inclusión en su repertorio de sonidos arrabaleros afianzaban más esa sensación. Al final de la noche habíamos escuchado, rockabilly, blues, tango, música tropical, italiana, fronteriza, etc, etc... Una ensalada bastante curiosa pero poco efectiva. A veces daba la sensación de estar en un crucero de jubilados, en esas salas de fiestas donde viejos cantantes despachan canciones que tuvieron días de gloria y han quedado para amenizar fiestas y banquetes.
Estos contrastes y esta intermitencia se veía claramente reflejada en los músicos. ¿Cómo puede tocar en la misma banda un bajista tan bueno y una batería tan limitada?.
Habíamos pasado ya la mitad del ciclo, el viernes 20 había algo más de gente. Javier Colis y las malas lenguas era seguramente la propuesta más arriesgada y difícil. Su música es sombría, pantanosa, oscura, áspera... Los sonidos componen un universo de caos ordenado. De ritmos cuadrados y milimétricos pasábamos a arrancadas desatadas que al final volvían a su camino (la sombra de la Velvet Underground es muy alargada). Javier marca el ritmo bailando como un péndulo mientras toca su guitarra. El otro guitarrista hace un gran trabajo con la palanca, slide, etc. El teclado es el acompañamiento ideal para dar ese toque circense, cabaretero, noctámbulo cuando la ocasión lo requiere.
Harlan. T. Bobo dio un concierto tan excelso como corto. Desde el primer momento conectó con la audiencia y se entregó sin miramientos a dar el máximo en un tiempo mínimo. Para ser solo guitarra, bajo y batería sonaba bastante compacto. Con eso les llegaba y les sobraba. Lo que en disco son canciones aplacadas, en directo se convertían en temas igual de bonitos, pero con más vigor. Lo que en cd es más potente, el vivo era pura explosión. El artista pasaba sin problema de la típica canción inglesa de los 70 al country rock americano o al noise más descarnado. Sabía hacerlo dulce y hacerlo sucio. Cambiaba de registro con la misma facilidad que Mortadelo de disfraz. El talento es algo que no se puede ocultar. La Houston Party Records siempre han tenido especial olfato para detectarlo, esto es solo un ejemplo más.
Howe Gelb,lider de Giant Sand, cerraba el ciclo sin más apoyos que una guitarra de caja, algún pedal, armónica y un piano de cola, hacía de hombre orquesta e improvisado humorista.
El silencio era absoluto. El público ni siquiera pestañeaba (como debe ser). Todo el mundo guardaba un respetuoso silencio. Se escuchaba perfectamente el pellizco de la cuerda, esa manera de tocar sin púa percutiendo sobre la madera. Se apreciaba a la perfección esa voz cansada, arrastrando palabras (tipo Lou Reed), casi se escuchaba como pasaba la saliva.
A Howe le gusta la experimentación y en medio de una canción que bien podía ser un blues rural o algo más country, de repente, con un toque de pedal, subían por su guitarra unas notas sinfónicas que parecían abrir las puertas del cielo y se quedaban flotando entre nubes unos breves segundos... lo justo para cerrar esa puerta y volver a la senda tradicional.
Con el piano utilizaba una técnica de afinación especial. Colocaba en su corazón alguna armónica y el sonido al presionar la teclas te podía llevar de viaje al medievo, o a las cajas de música. Teclado seco mezclándose con un barniz metalizado. (un bonito recurso)
Ya en el bis, H.G. empezó a charlar con el respetable que estaba en sus butacas. “¿toco el piano o la guitarra?¿Vino o cerveza?. Si es vino ¿tinto o blanco?. Llegó al punto de dividir al público que se sentaba a cada lado del pasillo según estas preferencias. Si alguno no estaba de acuerdo, lo hacía cambiar de lado. Bromeó con un espectador que en ese momento volvía del baño y bajaba rápidamente las escaleras. “un poco tarde para llegar ¿no?, ¿no pretenderás que repita ahora todo el setlist?”.
Cantó Ring of Fire de J. Cash, consiguió sacar las palmas de la gente, El lado de la izquierda, a petición del músico, entonó un “na, na, na, na,...” que daría paso al Hey Jude de los Beatles. El sector de la derecha no pudo con una petición mucho más dura (imitar el sonido de la aguja estancada cuando acaba un disco). El de Tucson soltó un simpático “vísteme despacio que tengo prisa”. Se sentó al piano y tras un “medley” en el que incluso sonó una marcha fúnebre dijo “The end” y se fue más ancho que largo. (Genio y figura).
Santiago V. M.
"Stoner pincha mejor bajo presión" (Patrullero)