06-11-07, 16:59
crónica
http://www.eldiarioalerta.com/periodico/...dfs/48.pdf
Apenas dos meses y medio después de su brillante actuación en el Santander Summer Festival, los portugueses The Gift visitaban de nuevo nuestra ciudad. La cita cambiaba de escenario radicalmente. De verlos en un festival de verano a orillas del mar pasamos al recogimiento del teatro CASYC de la calle Tantín (dentro del programa de actividades culturales de la Obra Social de Caja Cantabria).
Queda clara la versatilidad de un grupo que en ese corto espacio de tiempo proyecta su trabajo en dos sitios tan dispares y con un resultado final unánime y satisfactorio.
Sobre las nueve menos diez, las cortinas granates se abren y una larga intro instrumental se mezcla con un humo ingente que deja ciego el escenario. Unas luces violáceas crean la atmósfera adecuada. Sale la banda y al poco la vocalista Sonia Tavares con un atuendo que bien podría haber diseñado Ágatha Ruiz de la Prada.
Comienza el concierto, la primera tanda de temas nos da una visión diferente a lo visto en su primera visita. Aprovechando el contexto, enlazan cuatro o cinco canciones suaves, reflexivas, ideales para tardes de otoño. Sonia se aplica en su cometido, canta desde dentro, moldea la garganta como la da la gana, la voz se adapta perfecta dependiendo del momento. No se desvía en ningún giro. Su frágil figura interpreta cada pasaje como las muñecas que bailan en las cajas de música, parece flotar sobre la madera... Todo un contraste ver salir una voz tan poderosa de un cuerpo tan menudo.
El grupo advierte que conforme avance la noche, habrá tiempo de ver su parte más animada... De momento iban dejando cosas como la épica Me, myself and I, la irresistible Music, o Fácil de entender (única canción cantada en su lengua natal).
Los sonidos pasan del cabaret al pop, del jazz a la electrónica o el soul. Una propuesta original y que se hace fuerte en directo. La actuación fue ganando paulatinamente en intensidad, si bien los discursos de la cantante y los habituales cambios de instrumentos entre músicos, impedían que el show cogiera el ritmo necesario.
El concierto tomó el camino festivo que también tiene su música, y las palmas de los espectadores no pararon de echar chispas. Incluso hubo gente que salió a bailar a los pasillos. La nueva ruta ya no tenía retorno y la actuación iba a crecer en intensidad de manera irremediable. En este cóctel de sinfonías electrónicas tienen la misma cabida los acordeones, las guitarras, el theremin, los teclados, el xilofón, los samplers, tambores, bajo... un sonido sofisticado y tradicional a la vez, música abierta que comenzó la noche sin hacer demasiado ruido y que acabó por todo lo alto. En ese camino, canciones como Driving you slow, Pure, Question of love, 11:33, guiños a Depeche Mode (Enjoy the silence) o la versión del Bizarre Love Triangle de New Order. En los bises vino el baile de disfraces, el color y el confeti. El grupo ahora lo formaban un vaquero en su caballo, Batman, caballeros del medievo, Napoleón, un oso y un pequeño muñeco que se movía de manera automática al ritmo de la música. El pelotazo fue tal que el público siguió las dos o tres últimas canciones puesto en pie (estampa inusual en un teatro y perfecto ejemplo del potencial de la banda).
Desconozco la reacción de la gente en otros rincones, pero en Santander The Gift han caído de pie. Se confirma el idilio gestado este verano entre los vecinos lusos y nuestra ciudad. Solo hay que ver el resultado de sus dos actuaciones, la ovación final del otro día, la cara de satisfacción en la gente... y sobre todo, esa emoción que algunos grupos consiguen hacer flotar en el aire. Una sensación invisible que el miércoles quedó a la vista de todo el mundo. Un misterio tan grande que da sentido a este invento tan maravilloso llamado música.
Muito obrigado.
http://www.eldiarioalerta.com/periodico/...dfs/48.pdf
Apenas dos meses y medio después de su brillante actuación en el Santander Summer Festival, los portugueses The Gift visitaban de nuevo nuestra ciudad. La cita cambiaba de escenario radicalmente. De verlos en un festival de verano a orillas del mar pasamos al recogimiento del teatro CASYC de la calle Tantín (dentro del programa de actividades culturales de la Obra Social de Caja Cantabria).
Queda clara la versatilidad de un grupo que en ese corto espacio de tiempo proyecta su trabajo en dos sitios tan dispares y con un resultado final unánime y satisfactorio.
Sobre las nueve menos diez, las cortinas granates se abren y una larga intro instrumental se mezcla con un humo ingente que deja ciego el escenario. Unas luces violáceas crean la atmósfera adecuada. Sale la banda y al poco la vocalista Sonia Tavares con un atuendo que bien podría haber diseñado Ágatha Ruiz de la Prada.
Comienza el concierto, la primera tanda de temas nos da una visión diferente a lo visto en su primera visita. Aprovechando el contexto, enlazan cuatro o cinco canciones suaves, reflexivas, ideales para tardes de otoño. Sonia se aplica en su cometido, canta desde dentro, moldea la garganta como la da la gana, la voz se adapta perfecta dependiendo del momento. No se desvía en ningún giro. Su frágil figura interpreta cada pasaje como las muñecas que bailan en las cajas de música, parece flotar sobre la madera... Todo un contraste ver salir una voz tan poderosa de un cuerpo tan menudo.
El grupo advierte que conforme avance la noche, habrá tiempo de ver su parte más animada... De momento iban dejando cosas como la épica Me, myself and I, la irresistible Music, o Fácil de entender (única canción cantada en su lengua natal).
Los sonidos pasan del cabaret al pop, del jazz a la electrónica o el soul. Una propuesta original y que se hace fuerte en directo. La actuación fue ganando paulatinamente en intensidad, si bien los discursos de la cantante y los habituales cambios de instrumentos entre músicos, impedían que el show cogiera el ritmo necesario.
El concierto tomó el camino festivo que también tiene su música, y las palmas de los espectadores no pararon de echar chispas. Incluso hubo gente que salió a bailar a los pasillos. La nueva ruta ya no tenía retorno y la actuación iba a crecer en intensidad de manera irremediable. En este cóctel de sinfonías electrónicas tienen la misma cabida los acordeones, las guitarras, el theremin, los teclados, el xilofón, los samplers, tambores, bajo... un sonido sofisticado y tradicional a la vez, música abierta que comenzó la noche sin hacer demasiado ruido y que acabó por todo lo alto. En ese camino, canciones como Driving you slow, Pure, Question of love, 11:33, guiños a Depeche Mode (Enjoy the silence) o la versión del Bizarre Love Triangle de New Order. En los bises vino el baile de disfraces, el color y el confeti. El grupo ahora lo formaban un vaquero en su caballo, Batman, caballeros del medievo, Napoleón, un oso y un pequeño muñeco que se movía de manera automática al ritmo de la música. El pelotazo fue tal que el público siguió las dos o tres últimas canciones puesto en pie (estampa inusual en un teatro y perfecto ejemplo del potencial de la banda).
Desconozco la reacción de la gente en otros rincones, pero en Santander The Gift han caído de pie. Se confirma el idilio gestado este verano entre los vecinos lusos y nuestra ciudad. Solo hay que ver el resultado de sus dos actuaciones, la ovación final del otro día, la cara de satisfacción en la gente... y sobre todo, esa emoción que algunos grupos consiguen hacer flotar en el aire. Una sensación invisible que el miércoles quedó a la vista de todo el mundo. Un misterio tan grande que da sentido a este invento tan maravilloso llamado música.
Muito obrigado.
"Stoner pincha mejor bajo presión" (Patrullero)