13-01-07, 12:13
Progresa adecuadamente
El Juvecant 2006 ha pasado ya. Acabamos el año con música y lo empezamos de la misma manera.
En su segunda edición, parece que la cita se consolida y el ciclo de conciertos celebrado en Santander ha contado con unas mejoras evidentes respecto al año pasado. El sitio es el mismo (Paraninfo de la Universidad de Cantabria), pero se ha cuidado más la estética del salón; dos grandes telones negros a los lados y uno al fondo, ocultaban las butacas y mesas que el año pasado quedaban al descubierto. En esta ocasión si que había sensación de concierto más que de conferencia. Además, se ha mejorado sustancialmente la iluminación y hemos contado con un gran sonido. Ha habido variedad en las propuestas musicales y el público ha respondido llenando casi siempre el recinto. El Gobierno de Cantabria se ha encargado de la organización y Bandini Producciones de la coordinación. Se han programado actividades culturales paralelas a los propios conciertos y salvo algún detalle a mejorar, como el siempre difícil ajueste en los horarios, el balance debería ser satisfactorio.
El Juvecant 2006 ha cuidado más la estética del salón, ha mejorado sustancialmente la iluminación y el sonido y la respuesta del público ha sido bastante buena.
El miércoles 27 de diciembre y con un lleno total, Alejandro Diez y su banda (Cooper) se encargaban de inaugurar el ciclo. La actuación fue muy aseadita, un sonido bastante correcto, melodías pop, ecos ye-yé y unos coros que funcionan de manera perfecta. Impecables en la ejecución pero algo lineales. Seguramente su música no es la más adecuada para ver sentados pero es el mismo problema que han tenido el resto de los grupos. Además de temas propios como Cerca del sol o Rabia, dejaron constancia de su buen gusto al tocar el Where I find my heaven de los Gigolo Aunts. Pudo ser mejor, pero también pudo ser peor.
El jueves 28 había cita doble, Santi Campos y Los Amigos Imaginarios abrían la noche. Con una formación clásica de voz, teclado, bajo, dos guitarras y batería dieron un concierto redondo. Perfecto. Hay gente que hace música y otros que a su vez, hacen cosas con la música. Me dio la sensación que esta banda pertenecen a los segundos. Sin dejar de hacer rock-pop de toda la vida, se apreciaba que creaban cosas, intentaban arriesgar, y además de tocar, lograron emocionar, por lo menos a un servidor. La conjunción entre los músicos era notable, no daban un paso en falso. La máquina estaba engrasada perfectamente, y el trabajo se reparte de manera muy equilibrada, nadie destaca en exceso pero el resultado final es definitivo. El grupo no disimula sus influencias y tocaron “Donde yo solía vivir” de Neil Young y la despedida con The Weight (The Band) y el público entregado. (Momento de lo más aplaudido de todo el Juvecant).
Los Amigos Imaginarios se despidieron a lo grande con The Weight (The Band), uno de los momentos más aplaudidos de todo el ciclo.
Christina Rosenvinge tuvo momentos brillantes y otros un poco más aburridos. La pálida rubia se centró en su último disco (Continental 62). Un trabajo oscuro, misterioso y cautivador. El ambiente era de lo más tenebroso, sobre todo cuando el chelo y el teclado se juntaban. La fragilidad de esa figura vestida de negro y esas luces sobre un fondo tan sombrío, eran el envoltorio perfecto para esa música y ese lugar, pero la incomodidad de no poder moverse del asiento y la duración que significa una sesión doble, hicieron que a más de uno se le atragantara una noche ya larga de por sí. Aún así la gente reclamó su ración de bises. Toc, toc y Teclas negras decantaron la balanza. Insuperables. Teniendo en cuenta que cuando se reclama este extra lo que se espera del artista es que acabe por todo lo alto, al final nos fuimos con buen sabor de boca.
El viernes 29 era el turno de los británicos The Flaming Stars. Estaban programados para las 22:00 horas, se presentaron una hora más tarde. Después de la tensa espera, aparece un grupo de cinco hooligans bastante borrachos y tras unas breves palabras desatan su furia. Por allí no pararon de rodar botellas de vino, whiskey, cerveza...un espectáculo un tanto decadente y no lo digo por su estado, que salgan como les apetezca siempre que luego toquen bien. El sonido fue desastroso, caótico, cada uno iba por su lado, el batería dinamitó la actuación... tuvieron momentos buenos, sin duda, pero podía haber sido mejor, seguro. Su música recordaba a Bowie, Talking Heads, Tindersticks, Nick Cave... un horizonte de grandes nombres pero que por lo demostrado, les queda muy lejano.
Ya en el 2007, el miércoles 3 de enero otro doblete (esta vez acústico). Los mallorquines Sterlin fueron los primeros. Salieron a las 22.20 con el salón abarrotado. Un teclado, una eléctrica y una acústica era el único acompañamiento para Adela. No hacía falta más, la voz de Adela Peraita llena bastante. La chica canta como los ángeles si bien en algún momento puede llegar a empalagar. Ella solamente se apoyó un par de veces en una armónica y alguna percusión. El repertorio no pudo estar mejor elegido, mezclaron temas de su primer trabajo, con nuevas composiciones que verán la luz próximamente (alguna de ellas realmente buena) y unas cuantas versiones como Atmosphere (Joy División), Rave on (Buddy Holly), o I’m so bored with the U.S.A. (The Clash).
Jorge y Pau (LHR) saldaron su deuda con Santander después de unas cuantas suspensiones en la ciudad.
Llegó el turno de La Habitación Roja que llegaba con la mitad de su formación. Pau Roca a la guitarra eléctrica y los coros y Jorge Martí a la acústica y la voz. Estuvieron pletóricos, las canciones, evidentemente no sonaban iguales que en el disco pero no perdían fuerza, la Jaguar de Pau chillaba con gran sentimiento y Jorge sacaba fuego de la suya, a veces parecía una locomotora. El repertorio cargado de himnos, Scandinavia, Crónico, La edad de oro (con todo el público dando palmas) o Mi habitación (despedida). Además, sonaron también, Nuevos tiempos, Por ti, Van a por nosotros, Dices que no, El hombre el espacio interior... un ramillete de canciones con mucho que decir (las letras conectan enseguida con la gente). Además, la voz de Jorge ha mejorado bastante y el contenido de sus composiciones se entiende bien claro. Por si fuera poco, y en primicia, tuvimos dos canciones de adelanto de su próximo cd (Arde París y Esto no es otra canción de amor). La pareja demostró un sano sentido del humor, pidieron disculpas por todas las cancelaciones que han sufrido sus actuaciones en Santander, y saldaron la deuda con la ciudad. Al final de su actuación también hicieron un guiño a la gente de Al Norte del Norte (Weblog de Cultura Alternativa de Cantabria).
El jueves 4 empezamos con un nuevo retraso. La proyección de El País de los Espinos (proyecto experimental de arte) a las 22:00 horas a pesar de que estuvo bastante bien, quitó público a Les Trés Bien Ensemble, un grupo menos conocido, con residencia en Barcelona pero dedicado al pop francófono. Personalmente, no creo que pegaran demasiado en este ciclo y tampoco creo que hicieran nada especial como para ser recordados dentro de un tiempo.
Lección de humildad
El viernes 5 de enero llegaba el turno del músico americano Ken Stringfellow (The Posies). Creo que a día de hoy todavía se oyen los ecos de lo que allí vivimos. Es necesario que alguien le entregue las llaves de la ciudad, que se le haga “hijo predilecto”, lo que sea... Voy a intentar explicar lo que sucedió, pero será muy difícil que alguien que no estuvo allí, comprenda lo que no se puede contar si no se vive.
La exposición de fotos de Hugo Valbuena (un recorrido por el directo de Cantabria) hizo la espera más amena en un principio e interminable a última hora. El público comenzó a ponerse nervioso, silbar. La preocupación empezó a cundir en algunos. A las 22:55 el verdadero protagonista de la noche, baja las escaleras, de manera pausada se sube al escenario, saluda y recibe una estimulante ronda de aplausos de unas trescientas personas. El artista sonríe con una mezcla de agradecimiento y vergüenza. Se calza su guitarra, baja el pie de micro al pasillo y empieza a cantar Any love (Cassandra et lune). El público enmudece, pero solo era el principio. En la segunda canción retiró el micro y se puso a cantar “a capella” (a partir de ese momento, la práctica totalidad de su actuación fue a pleno pulmón). Su voz volaba libre por todo el salón, ningún obstáculo para apreciar todos los matices, cada entonación, cada susurro, cada grito... estábamos viendo al músico con mayúsculas, tocando sus canciones de la manera más primitiva, sin adornos, sin aditamentos, música latente, en carne viva, música pura sin manipular. El tercer tema fue Shapes (The Long Winters), uno de los múltiples grupos en los que colabora. En ese momento, el genio además decidió darse un paseo por el pasillo que divide las dos zonas de bancos. El técnico de luces y los fotógrafos detrás suyo, y él, con una tranquilidad pasmosa, repartiendo los trozos de su arte por aquí y por allá, acercándose a sus seguidores, mirándoles a la cara mientras cantaba, como queriéndose llevar para siempre el gesto amable de los que le acompañábamos en ese momento. Demostrando unas tablas y saber estar al alcance de muy pocos.
Ken Stringfellow quiso que el público le acompañara encima del escenario y cantó “a capella” la práctica totalidad de su actuación
Poco después Stringfellow decidió que la gente estaba muy lejos e invitó a todo el mundo a subirse al escenario. Así pues, unos cuantos aficionados se sentaron en la madera, a ambos lados del teclado. Sonaron Down like me, Find yoursel alone, Reveal love y Know Diamond entre otras. El fenómeno sacaba la música de las entrañas, no se puede cantar con más alma. Además de sentir las canciones como nadie, hace que las sientan los demás. No ahorró discursos entre canción y canción, estaba muy relajado, daba la sensación de que en lugar de haber venido a tocar a Santander, éramos nosotros los invitados al salón de su casa. El Rey majo dice “dejad que los chicos se acerquen a mi”, hace magia, pero no utiliza trucos, ¿dónde se enseña el talento?, ¿dónde se compra el carisma?. Creo que es algo que se tiene o no se tiene. Ken Stringfellow lo tiene y lo mejor de todo, es que lo demuestra de la manera más humilde, más humana. Sin histrionismos, dando el protagonismo a la gente, mostrándose como una persona sencilla y generosa. También tuvo un hueco para los nostálgicos y tocó You are the beautiful one, Precious moments o That don’t fly de sus discos con The Posies.
Como quiera que estaba rodeado por los ambos lados, lo de quedarse en una esquina y salir a la hora que la gente pide los bises iba a quedar a la vista de todo el mundo así que poco después de Death of a city se levantó, enfiló el pasillo con la mirada baja y salió por la puerta principal en medio de una sonora ovación.
No tardó en regresar, para los bises insistió en que la gente que quedaba en los asientos, se acercara al escenario. Con este nuevo acercamiento, Ken encaró la parte final de su actuación, el silencio era brutal, solo se escuchaba alguna tos que otra y los taconazos con los que el músico acompañaba los golpes de voz. El músico se levantaba, daba pequeños paseos alrededor de la gente, se paraba en los ojos de cada uno, sonreía devolviendo el respeto y la admiración, nos aplaudía... lo hacía totalmente relajado, con la paz en el gesto, del que después de mucho recorrer, parece haber logrado la plena madurez, haber encontrado su sitio. Era como si buscase el cobijo entre la gente... Here’s to the future puso fin a una noche histórica que seguro que quedará en nuestras retinas durante largo tiempo. Ken Stringfellow dio las gracias a todo el mundo, Gobierno de Cantabria, a Mara, Nacho, David, al público... sobra decir que la gente estaba totalmente alucinada, boquiabierta.
Pues bien, después de esta gloriosa demostración, el americano ni corto ni perezoso, se gira, coge una maleta que había al fondo del mismo, la abre en medio del escenario y se pone a vender cds como si fuera alguien que está empezando en este mundillo. (No hay que olvidar que el mozo toca o ha tocado en The Posies, REM, Big Star, Minus 5, White Flag, Chariot, Long Winters... entre otros además de acompañar en el escenario a leyendas como Neil Young por ejemplo). El resultado es que no paró de vender y firmar cds, sacarse fotos, hablar con la gente... y no solo eso, todavía tuvo humor para ir al hotel, dejar la maleta y regresar para tomarse un vino con unos pocos seguidores. ¡Genio y figura!
Santiago V. M.
El Juvecant 2006 ha pasado ya. Acabamos el año con música y lo empezamos de la misma manera.
En su segunda edición, parece que la cita se consolida y el ciclo de conciertos celebrado en Santander ha contado con unas mejoras evidentes respecto al año pasado. El sitio es el mismo (Paraninfo de la Universidad de Cantabria), pero se ha cuidado más la estética del salón; dos grandes telones negros a los lados y uno al fondo, ocultaban las butacas y mesas que el año pasado quedaban al descubierto. En esta ocasión si que había sensación de concierto más que de conferencia. Además, se ha mejorado sustancialmente la iluminación y hemos contado con un gran sonido. Ha habido variedad en las propuestas musicales y el público ha respondido llenando casi siempre el recinto. El Gobierno de Cantabria se ha encargado de la organización y Bandini Producciones de la coordinación. Se han programado actividades culturales paralelas a los propios conciertos y salvo algún detalle a mejorar, como el siempre difícil ajueste en los horarios, el balance debería ser satisfactorio.
El Juvecant 2006 ha cuidado más la estética del salón, ha mejorado sustancialmente la iluminación y el sonido y la respuesta del público ha sido bastante buena.
El miércoles 27 de diciembre y con un lleno total, Alejandro Diez y su banda (Cooper) se encargaban de inaugurar el ciclo. La actuación fue muy aseadita, un sonido bastante correcto, melodías pop, ecos ye-yé y unos coros que funcionan de manera perfecta. Impecables en la ejecución pero algo lineales. Seguramente su música no es la más adecuada para ver sentados pero es el mismo problema que han tenido el resto de los grupos. Además de temas propios como Cerca del sol o Rabia, dejaron constancia de su buen gusto al tocar el Where I find my heaven de los Gigolo Aunts. Pudo ser mejor, pero también pudo ser peor.
El jueves 28 había cita doble, Santi Campos y Los Amigos Imaginarios abrían la noche. Con una formación clásica de voz, teclado, bajo, dos guitarras y batería dieron un concierto redondo. Perfecto. Hay gente que hace música y otros que a su vez, hacen cosas con la música. Me dio la sensación que esta banda pertenecen a los segundos. Sin dejar de hacer rock-pop de toda la vida, se apreciaba que creaban cosas, intentaban arriesgar, y además de tocar, lograron emocionar, por lo menos a un servidor. La conjunción entre los músicos era notable, no daban un paso en falso. La máquina estaba engrasada perfectamente, y el trabajo se reparte de manera muy equilibrada, nadie destaca en exceso pero el resultado final es definitivo. El grupo no disimula sus influencias y tocaron “Donde yo solía vivir” de Neil Young y la despedida con The Weight (The Band) y el público entregado. (Momento de lo más aplaudido de todo el Juvecant).
Los Amigos Imaginarios se despidieron a lo grande con The Weight (The Band), uno de los momentos más aplaudidos de todo el ciclo.
Christina Rosenvinge tuvo momentos brillantes y otros un poco más aburridos. La pálida rubia se centró en su último disco (Continental 62). Un trabajo oscuro, misterioso y cautivador. El ambiente era de lo más tenebroso, sobre todo cuando el chelo y el teclado se juntaban. La fragilidad de esa figura vestida de negro y esas luces sobre un fondo tan sombrío, eran el envoltorio perfecto para esa música y ese lugar, pero la incomodidad de no poder moverse del asiento y la duración que significa una sesión doble, hicieron que a más de uno se le atragantara una noche ya larga de por sí. Aún así la gente reclamó su ración de bises. Toc, toc y Teclas negras decantaron la balanza. Insuperables. Teniendo en cuenta que cuando se reclama este extra lo que se espera del artista es que acabe por todo lo alto, al final nos fuimos con buen sabor de boca.
El viernes 29 era el turno de los británicos The Flaming Stars. Estaban programados para las 22:00 horas, se presentaron una hora más tarde. Después de la tensa espera, aparece un grupo de cinco hooligans bastante borrachos y tras unas breves palabras desatan su furia. Por allí no pararon de rodar botellas de vino, whiskey, cerveza...un espectáculo un tanto decadente y no lo digo por su estado, que salgan como les apetezca siempre que luego toquen bien. El sonido fue desastroso, caótico, cada uno iba por su lado, el batería dinamitó la actuación... tuvieron momentos buenos, sin duda, pero podía haber sido mejor, seguro. Su música recordaba a Bowie, Talking Heads, Tindersticks, Nick Cave... un horizonte de grandes nombres pero que por lo demostrado, les queda muy lejano.
Ya en el 2007, el miércoles 3 de enero otro doblete (esta vez acústico). Los mallorquines Sterlin fueron los primeros. Salieron a las 22.20 con el salón abarrotado. Un teclado, una eléctrica y una acústica era el único acompañamiento para Adela. No hacía falta más, la voz de Adela Peraita llena bastante. La chica canta como los ángeles si bien en algún momento puede llegar a empalagar. Ella solamente se apoyó un par de veces en una armónica y alguna percusión. El repertorio no pudo estar mejor elegido, mezclaron temas de su primer trabajo, con nuevas composiciones que verán la luz próximamente (alguna de ellas realmente buena) y unas cuantas versiones como Atmosphere (Joy División), Rave on (Buddy Holly), o I’m so bored with the U.S.A. (The Clash).
Jorge y Pau (LHR) saldaron su deuda con Santander después de unas cuantas suspensiones en la ciudad.
Llegó el turno de La Habitación Roja que llegaba con la mitad de su formación. Pau Roca a la guitarra eléctrica y los coros y Jorge Martí a la acústica y la voz. Estuvieron pletóricos, las canciones, evidentemente no sonaban iguales que en el disco pero no perdían fuerza, la Jaguar de Pau chillaba con gran sentimiento y Jorge sacaba fuego de la suya, a veces parecía una locomotora. El repertorio cargado de himnos, Scandinavia, Crónico, La edad de oro (con todo el público dando palmas) o Mi habitación (despedida). Además, sonaron también, Nuevos tiempos, Por ti, Van a por nosotros, Dices que no, El hombre el espacio interior... un ramillete de canciones con mucho que decir (las letras conectan enseguida con la gente). Además, la voz de Jorge ha mejorado bastante y el contenido de sus composiciones se entiende bien claro. Por si fuera poco, y en primicia, tuvimos dos canciones de adelanto de su próximo cd (Arde París y Esto no es otra canción de amor). La pareja demostró un sano sentido del humor, pidieron disculpas por todas las cancelaciones que han sufrido sus actuaciones en Santander, y saldaron la deuda con la ciudad. Al final de su actuación también hicieron un guiño a la gente de Al Norte del Norte (Weblog de Cultura Alternativa de Cantabria).
El jueves 4 empezamos con un nuevo retraso. La proyección de El País de los Espinos (proyecto experimental de arte) a las 22:00 horas a pesar de que estuvo bastante bien, quitó público a Les Trés Bien Ensemble, un grupo menos conocido, con residencia en Barcelona pero dedicado al pop francófono. Personalmente, no creo que pegaran demasiado en este ciclo y tampoco creo que hicieran nada especial como para ser recordados dentro de un tiempo.
Lección de humildad
El viernes 5 de enero llegaba el turno del músico americano Ken Stringfellow (The Posies). Creo que a día de hoy todavía se oyen los ecos de lo que allí vivimos. Es necesario que alguien le entregue las llaves de la ciudad, que se le haga “hijo predilecto”, lo que sea... Voy a intentar explicar lo que sucedió, pero será muy difícil que alguien que no estuvo allí, comprenda lo que no se puede contar si no se vive.
La exposición de fotos de Hugo Valbuena (un recorrido por el directo de Cantabria) hizo la espera más amena en un principio e interminable a última hora. El público comenzó a ponerse nervioso, silbar. La preocupación empezó a cundir en algunos. A las 22:55 el verdadero protagonista de la noche, baja las escaleras, de manera pausada se sube al escenario, saluda y recibe una estimulante ronda de aplausos de unas trescientas personas. El artista sonríe con una mezcla de agradecimiento y vergüenza. Se calza su guitarra, baja el pie de micro al pasillo y empieza a cantar Any love (Cassandra et lune). El público enmudece, pero solo era el principio. En la segunda canción retiró el micro y se puso a cantar “a capella” (a partir de ese momento, la práctica totalidad de su actuación fue a pleno pulmón). Su voz volaba libre por todo el salón, ningún obstáculo para apreciar todos los matices, cada entonación, cada susurro, cada grito... estábamos viendo al músico con mayúsculas, tocando sus canciones de la manera más primitiva, sin adornos, sin aditamentos, música latente, en carne viva, música pura sin manipular. El tercer tema fue Shapes (The Long Winters), uno de los múltiples grupos en los que colabora. En ese momento, el genio además decidió darse un paseo por el pasillo que divide las dos zonas de bancos. El técnico de luces y los fotógrafos detrás suyo, y él, con una tranquilidad pasmosa, repartiendo los trozos de su arte por aquí y por allá, acercándose a sus seguidores, mirándoles a la cara mientras cantaba, como queriéndose llevar para siempre el gesto amable de los que le acompañábamos en ese momento. Demostrando unas tablas y saber estar al alcance de muy pocos.
Ken Stringfellow quiso que el público le acompañara encima del escenario y cantó “a capella” la práctica totalidad de su actuación
Poco después Stringfellow decidió que la gente estaba muy lejos e invitó a todo el mundo a subirse al escenario. Así pues, unos cuantos aficionados se sentaron en la madera, a ambos lados del teclado. Sonaron Down like me, Find yoursel alone, Reveal love y Know Diamond entre otras. El fenómeno sacaba la música de las entrañas, no se puede cantar con más alma. Además de sentir las canciones como nadie, hace que las sientan los demás. No ahorró discursos entre canción y canción, estaba muy relajado, daba la sensación de que en lugar de haber venido a tocar a Santander, éramos nosotros los invitados al salón de su casa. El Rey majo dice “dejad que los chicos se acerquen a mi”, hace magia, pero no utiliza trucos, ¿dónde se enseña el talento?, ¿dónde se compra el carisma?. Creo que es algo que se tiene o no se tiene. Ken Stringfellow lo tiene y lo mejor de todo, es que lo demuestra de la manera más humilde, más humana. Sin histrionismos, dando el protagonismo a la gente, mostrándose como una persona sencilla y generosa. También tuvo un hueco para los nostálgicos y tocó You are the beautiful one, Precious moments o That don’t fly de sus discos con The Posies.
Como quiera que estaba rodeado por los ambos lados, lo de quedarse en una esquina y salir a la hora que la gente pide los bises iba a quedar a la vista de todo el mundo así que poco después de Death of a city se levantó, enfiló el pasillo con la mirada baja y salió por la puerta principal en medio de una sonora ovación.
No tardó en regresar, para los bises insistió en que la gente que quedaba en los asientos, se acercara al escenario. Con este nuevo acercamiento, Ken encaró la parte final de su actuación, el silencio era brutal, solo se escuchaba alguna tos que otra y los taconazos con los que el músico acompañaba los golpes de voz. El músico se levantaba, daba pequeños paseos alrededor de la gente, se paraba en los ojos de cada uno, sonreía devolviendo el respeto y la admiración, nos aplaudía... lo hacía totalmente relajado, con la paz en el gesto, del que después de mucho recorrer, parece haber logrado la plena madurez, haber encontrado su sitio. Era como si buscase el cobijo entre la gente... Here’s to the future puso fin a una noche histórica que seguro que quedará en nuestras retinas durante largo tiempo. Ken Stringfellow dio las gracias a todo el mundo, Gobierno de Cantabria, a Mara, Nacho, David, al público... sobra decir que la gente estaba totalmente alucinada, boquiabierta.
Pues bien, después de esta gloriosa demostración, el americano ni corto ni perezoso, se gira, coge una maleta que había al fondo del mismo, la abre en medio del escenario y se pone a vender cds como si fuera alguien que está empezando en este mundillo. (No hay que olvidar que el mozo toca o ha tocado en The Posies, REM, Big Star, Minus 5, White Flag, Chariot, Long Winters... entre otros además de acompañar en el escenario a leyendas como Neil Young por ejemplo). El resultado es que no paró de vender y firmar cds, sacarse fotos, hablar con la gente... y no solo eso, todavía tuvo humor para ir al hotel, dejar la maleta y regresar para tomarse un vino con unos pocos seguidores. ¡Genio y figura!
Santiago V. M.
"Stoner pincha mejor bajo presión" (Patrullero)