25-02-15, 02:20
Críticas:
Revista Efe Eme
El pasado sábado, la banda de Greg Dulli cerró su gira europea con un arrollador concierto en Barcelona, reafirmando su vigencia como verso libre de la generación grunge. Por Carlos Pérez de Ziriza.
The Afghan Whigs
21 de febrero de 2015
Sala Apolo, Barcelona
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Para no dejar de ser fieles a la rotundidad con la que los de Ohio despacharon su repertorio el pasado sábado en la sala Apolo, comenzaremos por lo concluyente: nadie en las últimas décadas ha logrado muscular como ellos una propuesta rock con un riego sanguíneo tan soul. Sí, hay quien hace soul con guitarras. Hay quien hace soul rock. Y hay quien hace rock con esquirlas de soul. Pero lo de Greg Dulli y los suyos es diferente; en sus manos, ambas cosas, vehículo y contenido, son una misma. Aunque manejen más referentes, obviamente. Eso les apartó de la gloria como buenos heterodoxos de la generación grunge que fueron. Fueron uno de los primeros fichajes de Sub Pop, que no escribía ceñido a los renglones del noroeste, ni geográfica ni estilísticamente. Pero les garantizó, visto en perspectiva, el bien ganado pasaporte a la posteridad del que ahora disfrutan. Desmintiendo caducidades; sobrevolando coyunturas. Llenando recintos de mediano aforo en conciertos galvánicos, en los que su producción reciente (el regreso con “Do To The Beast”, después de 16 años) en absoluto desentona entre sus clásicos, especialmente los expedidos por “Gentlemen” (1993) y “Black Love” (1996), ambos irrebatibles.
Cualquiera de ellos atronó como un zumbido sísmico sobre el suelo temblón de la sala del Paralelo, en el último concierto de su gira europea antes de marchar a Tel Aviv. Porque si hay algo que no admite discusión –buena fe podrán dar los testigos del tránsito entre sus dubitativos conciertos hispanos de 1993 y su paso por el Primavera Sound de 2012– es que The Afghan Whigs están ahora en plena forma, en su mejor momento sobre un escenario. Eso sin que la baja de Rick McCollum, su guitarrista de toda la vida, menoscabe su apabullante rotundidad. Enlazando temas sin solución de continuidad, con un arrollador sentido del espectáculo y derrochando versatilidad, las pelucas afganas de Cincinnati convirtieron la sala en un polvorín, tanto cuando recuperaron las embravecidas espirales de guitarras de ‘Turn On The Water’, ‘Debonair’, ‘Gentlemen’ o ‘My Enemy’ como cuando hicieron gala de la sobria madurez de ‘Algiers’, ‘It Kills’ o una mesmerizante ‘Lost in The Woods’, con Dulli golpeando un timbal y dibujando una tonta sonrisa de asombro entre la concurrencia de la platea.
Y es que lo de este hombre merece capítulo aparte: absolutamente pletórico y sobrado de capacidad interpretativa, en todos los aspectos. Su porte es el de un dignísimo superviviente a los excesos, un cronista de la agitación sentimental y carnal. Un tipo que aún suda rock and roll por todos sus poros. Y después de verle sentado al piano para evocar a Jeff Buckley (‘Morning Theft’), de hermanar su pulso con el de Jim Morrison (‘Son of the South’/ ‘Roadhouse Blues’) o de fundir el ‘Across 110th Street’ de Bobby Womack con una celestial ‘Faded’, a ver quién es el valiente que le tose. Si sus canciones son un reflejo de la vida, esta –sin duda– ha de apurarse hasta el último sorbo y con todas las consecuencias. Y conciertos como el del sábado noche, plasmación hercúlea de esa visión, son de los que no se olvidan.
Ruta 66
Vivos — 23 febrero, 2015 at 11:16
The Afghan Whigs conquistan Barcelona
The Afgan Whigs (fornols3)Cuando un concierto supera tus expectativas, la sensación es inmejorable. Pero si además las expectativas superadas eran muy altas, la sensación es indescriptible.
Había referencias, todas buenas, del estado de forma de Dulli & co por parte de aquellos que los habían visto en fechas anteriores de esta gira. Que si suenan de puta madre, que si Greg está en forma como nunca, que si tal y cual…
Todo lo dicho, todo lo apuntado, todo lo que uno esperaba se cumplió y se rebasó con creces la noche del pasado sábado en el Apolo de Barcelona. Único concierto en España (para el que se desplazaron no pocos fans desde otros puntos del Estado), rozando el sold out, con un público que, en gran parte, se sacó la espina, clavada durante años, de la famosa cancelación a finales de los noventa. La verdad es que desde el primer concierto de The Soundtrack of our Lives en la misma sala hace ya más de diez años, yo no recordaba tanta intensidad en un show.
Desde el minuto uno en que sonó el riff de ‘Parked Outside’ hasta que se despidieron con la clásica ‘Faded’ aquello fue para recordar. Para enmarcar. Para incluir siempre en esas listas de bar o de foro en la que nos da por preguntar al resto por los cinco, diez o quince conciertos de su vida. Yendo a la yugular sin dejar respiro, sin parlamentos ni historias (uno de los escasos momentos en que Dulli se dirigió al público fue tras el primer tema, para decir que no quería recibir más flashes en la cara, y la verdad es que no se vio uno más, a ver quién cabrea a don Gregorio), desgranando el repertorio elegido con una clase al alcance de pocos.
Una de las primeras sensaciones fue que los temas de ‘Do To The Beast’ no le andan muy a la zaga a sus clásicos. ‘Matamoros’, ‘Algiers’, ‘Lost in The Woods’, ‘Royal Cream’ sonaron contundentes, alguno quizás con el tempo un poco más acelerado que en el disco pero perfectamente incrustados y alternados en un set list que no tuvo ni un sólo altibajo, y eso es decir mucho en un concierto de hora y tres cuartos. Dulli comandó una banda que sonó apabullante, con Jon Skibic secundando perfectamente al jefe, haciendo que el Apolo sonara como prácticamente nunca con un sonido directo, limpio y cortante.
No faltaron –como tienen por costumbre- las pequeñas covers/intros a varios temas propios, algunas curiosas o inesperadas, caso de ‘Roadhouse Blues, ‘Heaven on Their Minds’ de ‘Jesucristo Superstar’ o un ‘Morning Theft’ de Jeff Buckley que hizo lagrimear a más de uno…todo para dar paso a los temas que marcaron a una generación de fans, una retahíla de maravillas del calibre de ‘Step Into The Light’, ‘Turn On the Water‘,‘Gentlemen’, ‘Debonair’, ‘My Enemy’,‘John The Baptist’, ‘Summer’s Kiss’, ‘Fountain and Fairfax’…
Los comentarios a la salida eran unánimes. Quizás alguna variación en el grado de entusiasmo, pero ni un sólo comentario negativo, ni un solo pero…
Caras satisfechas, gargantas afónicas, sensación de agotamiento y felicidad. Una muesca más, para algunos, en la culata de asignaturas pendientes.
Revista Efe Eme
El pasado sábado, la banda de Greg Dulli cerró su gira europea con un arrollador concierto en Barcelona, reafirmando su vigencia como verso libre de la generación grunge. Por Carlos Pérez de Ziriza.
The Afghan Whigs
21 de febrero de 2015
Sala Apolo, Barcelona
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Para no dejar de ser fieles a la rotundidad con la que los de Ohio despacharon su repertorio el pasado sábado en la sala Apolo, comenzaremos por lo concluyente: nadie en las últimas décadas ha logrado muscular como ellos una propuesta rock con un riego sanguíneo tan soul. Sí, hay quien hace soul con guitarras. Hay quien hace soul rock. Y hay quien hace rock con esquirlas de soul. Pero lo de Greg Dulli y los suyos es diferente; en sus manos, ambas cosas, vehículo y contenido, son una misma. Aunque manejen más referentes, obviamente. Eso les apartó de la gloria como buenos heterodoxos de la generación grunge que fueron. Fueron uno de los primeros fichajes de Sub Pop, que no escribía ceñido a los renglones del noroeste, ni geográfica ni estilísticamente. Pero les garantizó, visto en perspectiva, el bien ganado pasaporte a la posteridad del que ahora disfrutan. Desmintiendo caducidades; sobrevolando coyunturas. Llenando recintos de mediano aforo en conciertos galvánicos, en los que su producción reciente (el regreso con “Do To The Beast”, después de 16 años) en absoluto desentona entre sus clásicos, especialmente los expedidos por “Gentlemen” (1993) y “Black Love” (1996), ambos irrebatibles.
Cualquiera de ellos atronó como un zumbido sísmico sobre el suelo temblón de la sala del Paralelo, en el último concierto de su gira europea antes de marchar a Tel Aviv. Porque si hay algo que no admite discusión –buena fe podrán dar los testigos del tránsito entre sus dubitativos conciertos hispanos de 1993 y su paso por el Primavera Sound de 2012– es que The Afghan Whigs están ahora en plena forma, en su mejor momento sobre un escenario. Eso sin que la baja de Rick McCollum, su guitarrista de toda la vida, menoscabe su apabullante rotundidad. Enlazando temas sin solución de continuidad, con un arrollador sentido del espectáculo y derrochando versatilidad, las pelucas afganas de Cincinnati convirtieron la sala en un polvorín, tanto cuando recuperaron las embravecidas espirales de guitarras de ‘Turn On The Water’, ‘Debonair’, ‘Gentlemen’ o ‘My Enemy’ como cuando hicieron gala de la sobria madurez de ‘Algiers’, ‘It Kills’ o una mesmerizante ‘Lost in The Woods’, con Dulli golpeando un timbal y dibujando una tonta sonrisa de asombro entre la concurrencia de la platea.
Y es que lo de este hombre merece capítulo aparte: absolutamente pletórico y sobrado de capacidad interpretativa, en todos los aspectos. Su porte es el de un dignísimo superviviente a los excesos, un cronista de la agitación sentimental y carnal. Un tipo que aún suda rock and roll por todos sus poros. Y después de verle sentado al piano para evocar a Jeff Buckley (‘Morning Theft’), de hermanar su pulso con el de Jim Morrison (‘Son of the South’/ ‘Roadhouse Blues’) o de fundir el ‘Across 110th Street’ de Bobby Womack con una celestial ‘Faded’, a ver quién es el valiente que le tose. Si sus canciones son un reflejo de la vida, esta –sin duda– ha de apurarse hasta el último sorbo y con todas las consecuencias. Y conciertos como el del sábado noche, plasmación hercúlea de esa visión, son de los que no se olvidan.
Ruta 66
Vivos — 23 febrero, 2015 at 11:16
The Afghan Whigs conquistan Barcelona
The Afgan Whigs (fornols3)Cuando un concierto supera tus expectativas, la sensación es inmejorable. Pero si además las expectativas superadas eran muy altas, la sensación es indescriptible.
Había referencias, todas buenas, del estado de forma de Dulli & co por parte de aquellos que los habían visto en fechas anteriores de esta gira. Que si suenan de puta madre, que si Greg está en forma como nunca, que si tal y cual…
Todo lo dicho, todo lo apuntado, todo lo que uno esperaba se cumplió y se rebasó con creces la noche del pasado sábado en el Apolo de Barcelona. Único concierto en España (para el que se desplazaron no pocos fans desde otros puntos del Estado), rozando el sold out, con un público que, en gran parte, se sacó la espina, clavada durante años, de la famosa cancelación a finales de los noventa. La verdad es que desde el primer concierto de The Soundtrack of our Lives en la misma sala hace ya más de diez años, yo no recordaba tanta intensidad en un show.
Desde el minuto uno en que sonó el riff de ‘Parked Outside’ hasta que se despidieron con la clásica ‘Faded’ aquello fue para recordar. Para enmarcar. Para incluir siempre en esas listas de bar o de foro en la que nos da por preguntar al resto por los cinco, diez o quince conciertos de su vida. Yendo a la yugular sin dejar respiro, sin parlamentos ni historias (uno de los escasos momentos en que Dulli se dirigió al público fue tras el primer tema, para decir que no quería recibir más flashes en la cara, y la verdad es que no se vio uno más, a ver quién cabrea a don Gregorio), desgranando el repertorio elegido con una clase al alcance de pocos.
Una de las primeras sensaciones fue que los temas de ‘Do To The Beast’ no le andan muy a la zaga a sus clásicos. ‘Matamoros’, ‘Algiers’, ‘Lost in The Woods’, ‘Royal Cream’ sonaron contundentes, alguno quizás con el tempo un poco más acelerado que en el disco pero perfectamente incrustados y alternados en un set list que no tuvo ni un sólo altibajo, y eso es decir mucho en un concierto de hora y tres cuartos. Dulli comandó una banda que sonó apabullante, con Jon Skibic secundando perfectamente al jefe, haciendo que el Apolo sonara como prácticamente nunca con un sonido directo, limpio y cortante.
No faltaron –como tienen por costumbre- las pequeñas covers/intros a varios temas propios, algunas curiosas o inesperadas, caso de ‘Roadhouse Blues, ‘Heaven on Their Minds’ de ‘Jesucristo Superstar’ o un ‘Morning Theft’ de Jeff Buckley que hizo lagrimear a más de uno…todo para dar paso a los temas que marcaron a una generación de fans, una retahíla de maravillas del calibre de ‘Step Into The Light’, ‘Turn On the Water‘,‘Gentlemen’, ‘Debonair’, ‘My Enemy’,‘John The Baptist’, ‘Summer’s Kiss’, ‘Fountain and Fairfax’…
Los comentarios a la salida eran unánimes. Quizás alguna variación en el grado de entusiasmo, pero ni un sólo comentario negativo, ni un solo pero…
Caras satisfechas, gargantas afónicas, sensación de agotamiento y felicidad. Una muesca más, para algunos, en la culata de asignaturas pendientes.
"Stoner pincha mejor bajo presión" (Patrullero)