25-08-10, 23:41
Me vais a matar, pero ya no lo puedo evitar.
EL COLECCIONISTA DE ENTRADAS
Recientemente he sufrido un incidente relativo al tema que quiero comentar. Casi me alegro, porque estaba ya deseando agrupar mis notas al respecto.
Se supone que la entrada de un concierto es un contrato. En España parece mas bien una cesión de derechos al diablo.
Nuestro sistema legal, permanentemente atascado, no permite que se cree la jurisprudencia necesaria para los tiempos que corren. Siempre van diez años atrás.
El negocio, ni corto ni perezoso, no se va a quedar esperando a que las leyes limiten su licenciosa actuación, y mientras la ley se despierta, hacen su agosto los aguilillas más inmorales, como si torearan a un animal narcotizado.
El consumidor en España nunca reclama, mala cosa. ¿Porque será?
Las competencias de defensa del consumidor están ambiguamente repartidas, de tal manera que uno nunca sabe a donde debe acudir.
Los procesos son lentos y desesperantes. Desaniman a cualquiera.
La cosa parece montada para proteger el continuo funcionamiento de la máquina del dinero, y cualquier indicio mínimo que ponga en cuestión su continuidad suena a mala idea.
Es preferible que siga girando aunque a su paso siegue, si no tu cabeza, sin duda tu flequillo.
El Rocker español es tratado como ganado y a todo el mundo le parece bien. Nadie parece interesado en cambiar nada.
Si no te gusta, o si te pegan, no vayas, no es la respuesta correcta.
Un ciudadano tiene derecho a un consumo correcto, no fraudulento, y el estado es el único supervisor válido, sino se equivoca la constitución.
El contrato que significa el pago de la entrada te condena en lugar de protegerte.
El pago te transforma en un ser sin derechos, dentro del recinto se pierde lo inalienable de todo ser humano. Estamos vivos de milagro.
Hablar de abusos o de golpes propinados por gimnastas preparados para tal fin es una minucia comparado con el menoscabo de la ley y la justicia que se produce en algunos recintos. En la mayoría se usa su propia moneda, totalmente inútil una vez fuera, y nunca recuperable, el timo de la estampita “Fashion”.
¿Puede la ley consentir que se creen recintos sin ley?
Suponer que da igual maltratar a macarras pasotas que merecen ser tratados como borregos en realidad, a mi me parece un error.
El público no lo forma solo un estrato social, hay de todo. Mas bien diría yo que se trata de gente pudiente, luego educada.
Por otro lado yo diría que los macarras merecen el mismo trato digno para una vez que pueden permitirse pagar una entrada carísima como los demás chicos.
Está claro que el escenario del Rock es una molestia más para los gobernantes, si no fuera porque da algo de pasta.
Yo recomiendo el control, si no queremos que promotores inhumanos se conviertan en verdaderos traficantes del Rock.
Ya hay demasiado capital negro dentro del negocio. Eso no beneficia a nadie.
Al final tendrá que ser hacienda la que tome cartas en el asunto, y lo hará a su manera, cortando por lo sano.
Queremos el dinero y los puestos de trabajo que genera el Rock, pero nos sigue molestando tener que hacer caso a un público que siempre ha sido considerado indeseable.
Si una sala no cumple las normas se cierra sin que ello signifique que nadie se plantee un relevo.
(España sigue sin reconocer que el Rock es verdadera cultura, cuando todo el mundo ya está aburrido de saberlo.)
El Ayuntamiento y la comunidad atacan a quien no cumple “sus” normas, pero nunca piensan en los derechos del consumidor, ni los defienden. Su comportamiento con las empresas es laxo en lo que al consumidor se refiere.
Por otro lado tampoco favorecen a la sala que lo hace bien. Les da igual, ellos no van a conciertos.
En España ningún consumidor se puede considerar protegido.
El Rocker es la rata de los consumidores.
Luis Auserón.
EL COLECCIONISTA DE ENTRADAS
Recientemente he sufrido un incidente relativo al tema que quiero comentar. Casi me alegro, porque estaba ya deseando agrupar mis notas al respecto.
Se supone que la entrada de un concierto es un contrato. En España parece mas bien una cesión de derechos al diablo.
Nuestro sistema legal, permanentemente atascado, no permite que se cree la jurisprudencia necesaria para los tiempos que corren. Siempre van diez años atrás.
El negocio, ni corto ni perezoso, no se va a quedar esperando a que las leyes limiten su licenciosa actuación, y mientras la ley se despierta, hacen su agosto los aguilillas más inmorales, como si torearan a un animal narcotizado.
El consumidor en España nunca reclama, mala cosa. ¿Porque será?
Las competencias de defensa del consumidor están ambiguamente repartidas, de tal manera que uno nunca sabe a donde debe acudir.
Los procesos son lentos y desesperantes. Desaniman a cualquiera.
La cosa parece montada para proteger el continuo funcionamiento de la máquina del dinero, y cualquier indicio mínimo que ponga en cuestión su continuidad suena a mala idea.
Es preferible que siga girando aunque a su paso siegue, si no tu cabeza, sin duda tu flequillo.
El Rocker español es tratado como ganado y a todo el mundo le parece bien. Nadie parece interesado en cambiar nada.
Si no te gusta, o si te pegan, no vayas, no es la respuesta correcta.
Un ciudadano tiene derecho a un consumo correcto, no fraudulento, y el estado es el único supervisor válido, sino se equivoca la constitución.
El contrato que significa el pago de la entrada te condena en lugar de protegerte.
El pago te transforma en un ser sin derechos, dentro del recinto se pierde lo inalienable de todo ser humano. Estamos vivos de milagro.
Hablar de abusos o de golpes propinados por gimnastas preparados para tal fin es una minucia comparado con el menoscabo de la ley y la justicia que se produce en algunos recintos. En la mayoría se usa su propia moneda, totalmente inútil una vez fuera, y nunca recuperable, el timo de la estampita “Fashion”.
¿Puede la ley consentir que se creen recintos sin ley?
Suponer que da igual maltratar a macarras pasotas que merecen ser tratados como borregos en realidad, a mi me parece un error.
El público no lo forma solo un estrato social, hay de todo. Mas bien diría yo que se trata de gente pudiente, luego educada.
Por otro lado yo diría que los macarras merecen el mismo trato digno para una vez que pueden permitirse pagar una entrada carísima como los demás chicos.
Está claro que el escenario del Rock es una molestia más para los gobernantes, si no fuera porque da algo de pasta.
Yo recomiendo el control, si no queremos que promotores inhumanos se conviertan en verdaderos traficantes del Rock.
Ya hay demasiado capital negro dentro del negocio. Eso no beneficia a nadie.
Al final tendrá que ser hacienda la que tome cartas en el asunto, y lo hará a su manera, cortando por lo sano.
Queremos el dinero y los puestos de trabajo que genera el Rock, pero nos sigue molestando tener que hacer caso a un público que siempre ha sido considerado indeseable.
Si una sala no cumple las normas se cierra sin que ello signifique que nadie se plantee un relevo.
(España sigue sin reconocer que el Rock es verdadera cultura, cuando todo el mundo ya está aburrido de saberlo.)
El Ayuntamiento y la comunidad atacan a quien no cumple “sus” normas, pero nunca piensan en los derechos del consumidor, ni los defienden. Su comportamiento con las empresas es laxo en lo que al consumidor se refiere.
Por otro lado tampoco favorecen a la sala que lo hace bien. Les da igual, ellos no van a conciertos.
En España ningún consumidor se puede considerar protegido.
El Rocker es la rata de los consumidores.
Luis Auserón.
"...I don´t care if the world is ended today
when I was not invited to it anyway..."
M.Manson.
when I was not invited to it anyway..."
M.Manson.